No quisiera asumir una posición triunfalista antes de tiempo. Pero más allá de cómo culmine la negociación, indudablemente se está gestando un nuevo proceso en la región y en el mundo. Y se trata del resurgir de la soberanía de los Estados. Y cuando digo los Estados, digo los Pueblos. Los Estados no deben ser otra cosa que la representación democrática de la voluntad de sus Pueblos.

¿Cómo puede ser que una sola persona, un juez de primera instancia, termine subordinado la soberanía de un Estado, es decir, la voluntad de un Pueblo? Algo está cambiando, porque hay un clima de resurgimiento muy fuerte, que está siendo expresado por países importantes, por bloques regionales, por organizaciones internacionales a lo largo y a lo ancho del mundo.

Venía escuchando a Sturzenegger en los audios del programa, que decía: “la Argentina ya está aislada del mundo”. En algún sentido es cierto, pero eso que él plantea con sentido peyorativo, para mí es un orgullo: somos autónomos del sistema financiero internacional. No hay nada más humillante que el prestamista se la pase golpeando la puerta de tu casa y finalmente se meta en ella.

Trabajamos para eso, para ser independientes de eso. Y estamos muy integrados al mundo en otro sentido. Con los BRICS, con el G-77, con UNASUR y la CELAC. Es decir, en alianza con aquellos modelos que siguen respetando la soberanía de los Estados y la voluntad de sus Pueblos.

Recién comentaba con los compañeros de la producción del programa la entrevista que ayer la hizo Gustavo Silvestre al ex jefe de gabinete de Fernando De La Rúa, Rodolfo Terragno, porque a mi juicio ha sido el más explícito en defensa de Thomas Griesa como un juez independiente. En esto también estamos en las antípodas. Nuestra posición es la que manifestó ayer nuestra Presidenta: la cuestión es política, y al ser política, depende de nuestra decisión. También en un momento se refirió a Dilma Rousseff, pidiéndole que Brasil apure su compromiso con el Banco del Sur y otras instituciones regionales.

Analicemos un segundo la iniciativa de los bancos argentinos. Eso indica que muchos actores de la economía interna –con los que tenemos una fuerte puja distributiva- que ven que nuestro país no tiene condiciones estructurales de default, y por lo tanto no apuestan a la crisis. Y además, indica que en todos estos años hubo una trabajosa recuperación del Estado. Es decir, el Estado ha recobrado poder –aunque no todo el que uno quisiera- para interpelar a los actores económicos privados.

Últimas dos reflexiones: la primera, que esta experiencia nos pone ante el compromiso de no permitir la prórroga de jurisdicción nacional en futuros compromisos del Estado argentino, y de dejarlo plasmado en nuestros textos legales y constitucionales.

La segunda, que la de ayer fue la jornada más sangrienta de los ataques a la zona de Gaza. Se destruyeron las últimas usinas eléctricas y se bombardearon hospitales. Más allá de lo político, una verdadera afrenta a la condición humana. ¿Tiene que ver esto con todo lo dicho anteriormente? Sí. Porque mientras Medio Oriente no encuentre justicia, reconocimiento a los pueblos, paz y estabilidad, serán las empresas y no los Estados populares los que explotarán el petróleo, y las que se llenarán de dinero con el comercio de armas. Es decir, Griesa nos ataca de una manera, el gobierno de Netanyahu tiene otra manera, pero ambas convergen en la disputa entre un mundo gobernado por grandes conglomerados empresarios o por los Pueblos y los Estados soberanos.


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