Sr. Raimundi.- Seré muy breve, señora presidenta.
    En mi carácter de firmante, tanto del proyecto como del pedido de sesión especial, hago mías las palabras de su autor, el señor diputado Lozano, pero además quiero señalar que este tipo de sesiones no solamente tienen el significado de defender un proyecto, sino también siguiendo con la línea planteada por el señor diputado Macaluse  de establecer un rol para este Congreso.
    Nuevamente las bancas están vacías, con otra oportunidad de debate perdida sin sentido, cuando el Congreso debería jugar un rol muy fuerte tal como ya ha sido mencionado  para sacar a la Argentina de la lógica de la escalada, según la cual si el otro se endurece yo me endurezco más, y denuncio a los tibios, confundiendo tibieza con racionalidad.
    Otras de las cosas que este Congreso tendría que hacer es tratar de generar espacios de síntesis para evitar falsas polarizaciones. Desde luego que aquí hay una disputa de intereses; eso es algo que está claro. Lo que no entiendo es cómo el gobierno no computa que en esa disputa el fortalecimiento ante la sociedad es también un componente que dirime hacia un lado o hacia otro dicha disputa.
    Estamos de acuerdo en defender la capacidad regulatoria del Estado ¿de qué manera se logra, si hay un proceso que debilita cada vez más a quien administra ell Estado frente a la sociedad?
    El Congreso tiene un rol a cumplir, porque hay polarizaciones planteadas en el último tiempo que son increíbles e inentendibles.
 
    Desde hace tres o cuatro meses observamos un contexto de condiciones económicas sobresalientes; si bien existe una amenaza de inflación problemática, es algo totalmente controlable. También encontramos una fuerte legitimidad electoral del gobierno y una oposición desarticulada.
    Solo la brutalidad política con que la Administración ha manejado este conflicto pudo haber convertido ese marco de condiciones favorables en una de las crisis más gratuitas y evitables –quizás la mayor- de toda la historia de la República Argentina.
    Además, el gobierno se ha auto infringido derrotas muy fuertes. La sociedad lo expresa con el lenguaje de la calle: el gobierno versus el campo, pero ello es un contrasentido, porque son dos legitimidades que no están a la par.
    Este es un conflicto de confrontación con un sector, pero se ha politizado. La idea de gobierno versus campo no corresponde; no existe una legitimidad vis a vis, porque no están en igualdad de condiciones, ya que un sector no se puede equiparar con el manejo de las instituciones del Estado por parte de un gobierno. La situación se plantea en estos términos porque se ha convertido en un conflicto político, que se podría haber evitado perfectamente.
    Por otra parte, una falsa polarización sería dividir mal, y su contra cara sería unir mal, porque en el mismo sector observamos que se ubica al productor agropecuario con el inversor agropecuario. Cuando se desglosan los intereses que hay en juego, se encuentra que los intereses del inversor agropecuario no son los mismos –muchas veces, son contradictorios- que los del auténtico productor agropecuario; sin embargo, el gobierno los ha unido, lo que es increíble.
    Mientras tanto, el Congreso debería jugar un papel en recorrer el andarivel de la institucionalidad del conflicto. Sin embargo, no lo hace y sigue profundizando la misma lógica.
    La tercera polarización que no se explica corresponde a la división artificial del país en dos conceptos convertidos en antagónicos, cuando una buena política los debería haber transformado en un círculo virtuoso.     Aquí se ha planteado que si la Argentina alimenta correctamente a su pueblo, no puede exportar, y que si aumenta sus saldos exportables no puede garantizar la alimentación de su pueblo.
    Ayer, con el señor diputado Pinedo, estuvimos reunidos con estudiantes de una universidad americana. Más allá de que sobre estos temas y otros tengamos diferencias, la cuestión radica en la concepción sobre hacia dónde se mira, y allí coincidimos.
    Los estudiantes nos preguntaron sobre el papel de la Argentina en el marco regional. Por ejemplo, Brasil tiene fronteras comerciales con el Atlántico, y Chile, con el Pacífico. Dado el momento por el que atraviesa la economía mundial la Argentina tendría que jugar un rol absolutamente protagónico, vinculando esos dos grandes universos comerciales mediante el desarrollo de tres grandes corredores bioceánicos, que pasen por el norte, el centro y el sur de nuestro país. Ello nos permitiría salir por arriba de este laberinto, pero se utiliza la lógica contraria. Se piensa: no me hablen de estas cosas, porque tengo que resolver lo pequeño, cuando una mirada estratégica de la Argentina requeriría plantear el proyecto de país en la escala del largo plazo y, precisamente desde esa perspectiva de cual es el papel de la Argentina en el mundo, encauzar el problema puntual .
    El antagonismo y la diatriba mutua nos llevan de un 25 de Mayo que debería haber representado el lanzamiento de la Argentina hacia el futuro al 25 de Mayo de la escarapela partida: una mitad en Salta y la otra en Rosario. Esta es otra de las polarizaciones inentendibles. ¿A qué me refiero con esto? A que en Salta, hubo un sujeto político y social que salió a defender un proyecto antagónico con sus intereses.
 
    Al respecto quisiera hacer una pequeña digresión acerca de lo que ocurrió en Salta. Yo no hago una cuestión central en cuanto a si la gente fue llevada en colectivo; me parece que es una nimiedad. Además, respeto mucho las congregaciones públicas que se hacen por intermedio de las organizaciones sociales. No me parece mal. Es más: si me preguntaran si me gustaría representar a ese sujeto social, respondería que sí, pero si voy con un colectivo alquilado, al mío no se suben, porque eso no me reconoce liderazgo.
Por lo tanto, respeto mucho a aquellos a quienes se les reconoce liderazgo, porque a su colectivo no se sube cualquiera por más que le paguen el pasaje. Entonces, saco este punto de la cuestión.
    Me refiero a que hay un sujeto social que son las organizaciones populares, los grupos más desprotegidos de la Argentina, que salen a defender a un gobierno que, como recién se decía, en lugar de subsidiar al pueblo, al productor o a la demanda, subsidia a los grandes grupos; en lugar de subsidiar al productor tambero subsidia a los exportadores lácteos; en lugar de subsidiar al pasaje de quien va en colectivo, subsidia a las empresas para que todos los meses le lleven el sobre al secretario de Transporte.
    Hace un año debatimos en esta Cámara un proyecto de ley cuyo discurso era que se iban a bajar las tasas de los créditos hipotecarios para la compra de viviendas subsidiando a las constructoras, en vez de bajar la tasa de interés de quien iba a comprar la vivienda. Por lo tanto, hay un sujeto social que está defendiendo un proyecto cuyos intereses son antagónicos con la distribución del ingreso.
    Del otro lado hubo un acto con muchísima gente de bien que, queriéndolo o no, implícita o explícitamente, estuvo al servicio de algunas amenazas a la institucionalidad que no compartimos en absoluto. En ese acto hubo una oposición que está exactamente igual de desarticulada que hace tres meses, pero que ha logrado montarse en un conflicto para poder reposicionarse políticamente.    La realidad es que no hay un planteo de qué se debe hacer para frenar la inflación o para solucionar el problema de la energía. Sólo se montan en un conflicto con determinados dirigentes para el reposicionamiento político, cosa que tampoco compartimos, y por eso no estuvimos en ese acto.
    En consecuencia, me parece que entre todos tendríamos que encontrar la manera de que este Congreso contribuya a cambiar esta lógica de que la Argentina se encuentra ante una gran oportunidad pero, por la irracionalidad y la corta visión de determinados sectores de su dirigencia, convirtió en una crisis gratuita lo que podría haber sido una oportunidad histórica.