El martes 29 de abril se realizó en el Salón de los Pasos Perdidos del Congreso de la Nación un homenaje a la Ley 26.199, que conmemora todos los 24 de abril como el “Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto entre los pueblos” en conmemoración del genocidio de que fue víctima el pueblo armenio.

Compartimos las palabras del diputado Carlos Raimundi en el homenaje:

Señor Embajador, amigos del Consejo Nacional Armenio, querido Mario Nalpatian, querido amigo Pedro Mouratian, autoridades, colegas, y sobre todo a los y las estudiantes y jóvenes que están aquí, y que estaban en el acto central del día 24 en la sede de la Catedral.
Cuando finalmente, después de varios años, pudimos aprobar el proyecto, sentí cierta satisfacción, por varias razones.
La primera, porque logramos juntar en un mismo texto las intenciones de todos los espacios políticos. Expresamos una conciencia colectiva, trasversal. Sintetizamos un consenso, una política de Estado, en un país donde no abundan las políticas de Estado. Se trata de una ley que fue firmada por el presidente del bloque del PRO, por el ex gobernador Hermes Binner, por un ex ministro de la Alianza y por quien había sido recientemente Canciller, Rafael Bielsa, lo que demostraba el respaldo del entonces Presidente Néstor Kirchner.
La segunda razón, porque pudimos sortear las presiones que hacía reiteradamente el Estado turco a través de su embajador. Yo creo que en relaciones internacionales se debe actuar con mucha inteligencia, con mesura, y se deben saber contemplar los distintos intereses. Pero hay cosas que no se negocian. Algunos puntos fundamentales no pueden ser objeto de ninguna presión. Cuando está en juego un acontecimiento histórico que afectó a la condición humana, no hay negociación posible, no hay ninguna alternativa para escuchar ninguna presión. Hay que fijar posición, hay que plantar un mojón de conciencia, y recién a partir de allí se pueden conversar muchas cosas. Pero lo que no se debía hacer era negociar el objetivo político, de conciencia que teníamos al trabajar juntos el proyecto.
Tercero. Correlativamente con esto, no se pueden tener doble estándar sobre algunas cosas esenciales. No se puede reconocer a algunos holocaustos y a otros no. No se puede reconocer algunos genocidios y otros no. Y para nosotros se trata de algo muy especial porque también somos un país que sufrió un genocidio. Que ustedes me puedan decir que el número no es comparable, es cierto. Pero aquí no se juegan cuestiones de número. Aquí, un solo crimen es una tragedia en sí misma. La cantidad de veces que se repite esa tragedia no es lo que le da más o menos gravedad al hecho, sino que es el acontecimiento mismo lo que estamos condenando.
Otro motivo de satisfacción, de tranquilidad, de alivio, es que el proyecto jamás tuvo una intención revanchista, sino reparadora, de justicia, de cerrar un capítulo. 
Como fue señalado al aludir a los recientes ataques de Al Queda, todavía actúan organizaciones terroristas, que, paradójicamente, aparentan rebelarse y luchar contra los poderes vigentes, pero en verdad, son funcionales al endurecimiento del poder, a la guerra, al comercio de armas y a sus grandes negocios. 
Algunas de estas prácticas siguieron y siguen vigentes. No se las llamó “limpieza étnica”, pero vinieron “limpiezas ideológicas”, “limpiezas contra los inmigrantes”. Los muros y la legislación que penaliza la ayuda a los inmigrantes o el apartheid contra el Pueblo Palestino –donde estuve el año pasado- son prácticas actuales que atrasan siglos desde el punto de vista de la conciencia civilizatoria de la Humanidad. 
La jornada de reflexión que propone la ley 26.199 tiene un objetivo reparador y de memoria que se va transmitiendo -y esta es otra de las cosas que nos da esperanza—en las escuelas, de generación en generación. Cuando los otros días, en el acto central, veía al igual que aquí a todos los chicos y chicas, sentía que es el camino para mantener viva la memoria y la conciencia que garanticen la no reiteración.
Mantener la memoria no se refiere, pues, solamente al hecho histórico, sino al presente y al futuro.
Por eso me alegra ver a las y los jóvenes. Me surge naturalmente encontrarme a mí mismo siendo un joven. Y cuando uno es joven y asume un compromiso con lo político, con lo social, con lo colectivo, es porque siente como propia cualquier injusticia que se cometa contra otro Ser Humano, como lo sostenía el Che Guevara: “no creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, comos compañeros, que es más importante”.
Por eso, no lo hacemos por otro, lo hacemos también por nosotros mismos, y lo vamos a seguir haciendo todas las veces que sea necesario. Por eso les agradezco, y hay que seguir adelante para sostener esto, hasta que se haga justicia, hasta que se repare, y hasta que la conciencia de la Humanidad, haga que no tengamos riesgo de que estas cosas puedan volver a pasar en el futuro.

Muchísimas gracias.