Señor presidente: quiero utilizar estos minutos para seguir el hilo de algunas intervenciones y tratar de sacar el tema del reduccionismo intelectual al que lo quiere llevar el gobierno.


Indudablemente, se trata de una cuestión opinable. Debemos negarnos a la pobreza intelectual de fundamentar la iniciativa como un cambio de época, como señalaba el presidente en el discurso de la Casa Rosada de la semana pasada.
Decía que esta medida nos daría la fuerza y autoridad para seguir reclamando una profunda reestructuración del organismo, agregando que el trabajo argentino está volviendo a ser argentino.
Justamente a esto me resisto. Se analiza un problema extremadamente complejo con categorías de pensamiento que son propias de una etapa absolutamente superada en el mundo.
Voy a contestar algunos argumentos que me parecen increíbles para sostener este proyecto. El siglo XX, según Eric Hobsbawm fue corto. Mientras el siglo XIX se extendió desde la Revolución Francesa hasta la Primera Guerra Mundial, el siglo XX lo hizo desde la Primera Guerra Mundial hasta la caída del Muro de Berlín.
Durante el último siglo mencionado, como formación económica prevalece la economía industrial; como formación política, el Estado-Nación; y como formación social, el trabajo asalariado. Esta situación atraviesa etapas y fronteras, independientemente de los sistemas productivos e ideológicos.
Esas son las formaciones estructurales que predominaron a lo largo del siglo XX. Se crean instituciones, que se consolidan después de la Guerra y de Bretton Woods. Desde el punto de vista político nace la Organización de las Naciones Unidas, y desde el punto de vista económico, se crean el Fondo Monetario y el Banco Mundial.
Cada uno tenía una misión. La de las Naciones Unidas, después de 20 millones de muertos en dos guerras mundiales, consistía en incorporar al mundo a un marco de civilización y juridicidad internacional.
El Fondo Monetario debía constituirse en una autoridad que mantuviera la estabilidad financiera de los países afiliados. El Banco Mundial, a su vez, sería un banco de fomento, que permitiría sacar de la pobreza a los países que se comprometieran con sus proyectos.
Esas tres instituciones están absolutamente agotadas. Hubiese sido aceptable plantear como un acto de soberanía la ruptura con el Fondo Monetario Internacional cuando dicho organismo concentraba, junto con la banca comercial -que estaba gobernada por los mismos grupos financieros que integraban el Fondo-, entre un 60 y un 80 por ciento de la deuda externa de nuestro país.
Entonces, eso sí hubiese sido un acto de soberanía y de ruptura, que habría permitido plantarse frente al resto de la deuda y los países centrales desde otra perspectiva.
Quiero plantear, indudablemente con menos elementos de los que podría haber utilizado en un debate más largo, que no hay punto de ruptura con el sistema de poder mundial. Esta es la coronación de un ciclo que comienza con un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y continua con el canje de deuda del sector privado, que fue decoroso desde el punto de vista contable.
Es decir que si debo una cantidad de dinero y después de un proceso de negociación adeudo menos dinero, ello desde el punto de vista contable es digno. El problema es que la dupla consistente en el acuerdo anterior con el Fondo Monetario y el canje con los acreedores privados implica la renuncia a plantear la deuda desde el punto de vista político.
Es decir que hay un discurso que cuestiona políticamente al Fondo, pero una actitud que legitima la deuda desde el punto de vista político y renuncia a un planteo en los foros internacionales como una cuestión política y no contable.
Por eso es una ficción decir que el país que no arregla con el Fondo Monetario Internacional desaparece, sucumbe y queda sepultado bajo las ruinas de un sistema que lo termina de absorber. No es así, tal como lo demuestra la Argentina. Más allá de que nos hubiera gustado o no, el default fue un dato de la realidad. Yo no encuentro nada para festejar en el default, pero existió. Y la Argentina estuvo sin arreglar con el Fondo Monetario y en default con los acreedores privados durante más de tres años. En ese tiempo en que el sistema internacional creó la ficción de que quien no arregla desaparece, la Argentina no sólo no desapareció sino que se recuperó. Por lo tanto, el arreglo de la deuda no era algo que interesara tanto a nuestro país, sino que interesaba a los acreedores y al sistema mundial porque de lo contrario se desmentía el mito. Era insoportable para ellos poner el ejemplo de un país que, no habiendo arreglado, no sólo no desaparecía sino que se recuperaba. Y lo que termina de hacer este arreglo es renunciar a la denuncia pública en el marco internacional del Fondo Monetario sobre la deuda.
TrackBack a URI: (Separate multiple URIs with spaces.)¿Dónde nos encontramos hoy? A lo largo de todos estos años se fueron dando ciclos más o menos deceniales -tal como hoy lo describía la señora diputada Carrió- de acumulación interna en un determinado grupo de actores económicos. Esos ciclos comprendían acumulación - recesión - crisis. Para reiniciar un proceso de acumulación se daban ciclos de recesión y crisis. Al final de cada uno de esos ciclos de diez años se terminaba con devaluación monetaria -son las sucesivas macrodevaluaciones que tuvo la moneda nacional-, es decir, pérdida de poder adquisitivo de la masa salarial y reducción dramática de la autonomía estatal frente a capacidad negociadora o de interlocución del Estado frente a los actores económicos que representan los poderes fácticos, aquellos más concentrados.
Todo eso creó un marco de vulnerabilidad muy fuerte. Podemos opinar sobre esta cuestión; no la quiero colocar en el marco de la gesta antiimperialista o la traición a la patria. Lo que no podemos hacer es una simplificación y -venderlo- como un acto de soberanía.
El punto 44 del reporte que hace el Fondo Monetario Internacional el 30 de junio dice textualmente: -El staff de este Fondo sugiere que, siguiendo la práctica de la mayoría de los otros países, la reembolso recuperación de la deuda debe hacerse a través del pago de reservas internacionales del Banco Central antes que por vía del superávit fiscal.- ¿Por qué? Porque así nos quedamos sin las reservas arreglando la deuda pública y sin el superávit, porque está destinado a pagar la deuda privada.
Por su parte, el punto 46 de ese mismo documento dice, en letras mayúsculas, que esta es una decisión que debe ser tomada en el más alto nivel político. Y después, en minúsculas y en nota marginal dice que además sería conveniente que el Parlamento aprobara las reformas correspondientes a la Carta Orgánica del Banco Central para justificar esta medida.

A lo largo de esos ciclos tuvimos también otros momentos que fueron presentado oficialmente -vendidos- como actos de soberanía. A principios de 1984 Estados Unidos, Brasil, México, Venezuela y Colombia prestaron dinero a la Argentina para el pago de un vencimiento. Eso también fue planteado ante la opinión pública como un acto de solidaridad latinoamericana, cuando en realidad se estaba renunciando a la política del club de deudores e ingresando definitivamente en el circuito del sistema financiero internacional.
El punto 31 del memorándum de entendimiento de septiembre de 2003, con la firma de Lavagna y Prat Gay ya hablaba de la necesidad responsabilidad de -crear un marco normativo de responsabilidad fiscal y de practicar una reforma al sistema de coparticipación federal que garantizará mayor concentración de recursos en el Estado nacional para tener autonomía sobre las provincias en la administración de los excedentes, pudiendo así atender los compromisos de la deuda pública-.
Ahora me voy a referir a las condicionalidades del Fondo Monetario. Las presiones que exigía el Fondo en la carta del 30 de junio de 2005 eran, textualmente: modificación tarifaria de los servicios públicos, políticas de protección a la propiedad intelectual, superávit primario, superávit fiscal y superávit de la balanza comercial, que en definitiva coinciden absolutamente con las prioridades de la política económica del gobierno nacional. Es decir, no hay presión cuando se presentan como una presión las mismas medidas que implican las prioridades que está teniendo en cuenta el gobierno nacional. Y así podríamos seguir, señora presidenta.
Lo que quiero decir es que estamos ante el final de un ciclo histórico que marca el agotamiento de las instituciones de Bretton Woods. Hay medidas ortodoxas y medidas heterodoxas para reemplazarlas, pero todas ellas necesitan que se libere de pasivos.
Este no es un acto de soberanía elegido ni decidido por el presidente argentino. Esta es la culminación de un proceso exigido por ese mismo sistema internacional del cual el gobierno dice que se está sintiendo soberano. Si no, ¿de qué otro modo se entiende que en el día de hoy el Fondo Monetario condone la deuda de otros diecinueve países? Si esto fuera entendido como un acto de soberanía, uno podría pensar que lo que está haciendo el Fondo es anticipándose al ejemplo que da la Argentina para que no cunda el ejemplo de que los países se desendeudan por vía de actos de soberanía propia. Entonces, el Fondo se adelanta y dice: no, antes que los demás países sean tan soberanos como la Argentina les voy a perdonar yo mismo la deuda. Eso implicaría estar autorenunciando a las condicionalidades, a las presiones.

Las reformas que plantea el Fondo se deben a es porque se han distorsionado el mecanismo de voto, las cuotas que se pagan y la integración del directorio, a tal punto de que se da el absurdo, por ejemplo, de que Bélgica tenga más representación que Brasil, o de que Italia tenga más representación que China, habiendo tanta desproporción en términos de las magnitudes económicas.
Pero las reformas del Fondo no se están manejando exclusivamente con el criterio del tamaño de la economía. Se están manejando por el tamaño de la economía pero también con un sistema que se denomina -de la paridad de los poderes adquisitivos-, donde los países con más poder adquisitivo -aunque no sean economías de tanto tamaño- también tienen que tener un ejercicio importante de poderes en el manejo del Fondo Monetario. La Argentina, con un 0,1 por ciento de participación en el comercio mundial, no puede exhibir tamaño de economía, y con 14 millones de personas bajo la línea de pobreza no puede exhibir paridad en los poderes adquisitivos de su población.
Por lo tanto, esto de vender una exigencia del Fondo Monetario como un acto de soberanía es como decir -estamos ganando-. Es como aquella leyenda que figuraba en la tapa de un diario que exhibía la señora diputada Carrió, que decía -Estamos ganando-. Y la última tapa que se puede exhibir es la de hoy, donde la actual ministra de Economía dice al diario -Clarín- que la inflación es el mayor desafío para el gobierno y asegura que mantendrá el superávit limitando el gasto público. Es decir, además de confirmar la legitimidad política de la deuda con el organismo que nos llevó a la ruina, está legitimando el ajuste interno que va a venir a partir de la vulnerabilidad causada por esta medida.