Muy buenas noches, muchas gracias por haberme invitado. Gracias a Rubén Manzi, a Orieta Vera. Muchas gracias a los panelista que han accedido a compartir esta mesa y fundamentalmente gracias a ustedes por estar un viernes a la noche que seguramente es el final de una semana de largas jornadas y tal vez lo más cómodo hubiera sido un rato de esparcimiento o estar en casa. La verdad es que se han acercado con una generosidad que sinceramente agradezco.

Al mismo tiempo satisfecho porque estamos repitiendo la experiencia en distintos lugares del país, desde espacios plurales, espacios de formación no estrictamente partidarios, pero sí de alguna forma ligados a la política, abriendo canales para pensar. En un momento en donde la política fundamentalmente se dedica a comprar, a vender, a canjear, nosotros preferimos el camino de poder pensar. No porque despreciemos la acción, todo lo contrario. Es para orientar nuestra acción, convencidos de que si uno actúa en función de lo que piensa reduce los riesgos de equivocar el camino que tantas veces hemos equivocado. Y lo digo en primera persona, porque yo no estoy ajeno a la historia política de este país.
Otra aclaración previa: yo tengo una idea muy personal que me compromete a mí mismo, no compromete ni al partido político ni a ningún otro dirigente sobre el tema que vamos a abordar hoy. Y no voy a hablar con ustedes ni a decir lo que voy a decir buscando que coincidan, sino para polemizar. Porque mi cuestionamiento parte, casi les diría desde el título mismo de la charla. No del ciclo de charlas que dice “Construir ciudadanía”, porque ese es el objetivo del ciclo y de una democracia integral como la que aspiramos: construir ciudadanos libres, construir personas que nos aproximemos a la meta inalcanzable de una mayor libertad de discernimiento. Esa me parece que es una de las claves de la democracia, porque a mi juicio la democracia no es solamente un sistema de reglas, eso sería abordarla desde su aspecto procesal, por más que sea muy importante.

El contenido de la democracia, la finalidad última de la democracia no está en las reglas procesales, está en las personas. Por lo tanto una pregunta que valdrá la pena formularse y responderse es si puede existir democracia sin sujeto democrático. Y la pregunta subsiguiente a esta es si en la Argentina al cabo de estos 23 años, hemos avanzado o no en la construcción de un sujeto democrático.
Otra manera de aproximarnos es la siguiente conceptualización: a diferencia de los sistemas anteriores, del modo de producción esclavista, de la sociedad feudal, de la monarquía absoluta, entendemos la democracia como el sistema político donde el pueblo decide. En este sentido, me animo a decir que nosotros en la Argentina no tenemos democracia. Porque a mi juicio una cosa es votar y otra cosa es decidir. Y nosotros lo que sí tenemos en la Argentina es que hace 23 años existe una continuidad de procesos electorales que aún habiendo tenido crisis profundas, éstas se pudieron sortear –a diferencia de otras etapas históricas- desde lo preceptos impuestos por la constitución nacional. Eso es indudablemente un avance.

El segundo avance que me parece central, que ineludiblemente tenemos que plantear, es que afortunadamente desde 1983 en adelante no hay un sistema estatal desde el cual un grupo de encapuchados se mete en la casa de la gente que no le gusta como piensa y la hace desaparecer, o no nos permite leer, nos censura culturalmente, nos infunde miedo, asesina, roba, provoca el exilio, no sólo hacia el exterior sino el repliegue interior de nosotros mismos. En fin, todo lo que hizo la Doctrina de Seguridad Nacional en la Argentina. Ya eso solo marca un hito histórico irrenunciable y que nos obliga a no volver atrás.
No obstante, así como reconozco ésto, me niego rotundamente a definir la democracia exclusivamente por ausencia de dictadura. Me parece que el desafío que tenemos que abordar es definir la democracia en términos de construcción de calidad de vida a futuro, y no únicamente como negación del pasado.
Y desde éste punto de vista, ustedes recordarán que cuando se cumplieron 20 años de democracia, no hace tanto tiempo, los programas políticos, las declaraciones de dirigentes de esa época, los analistas, cuando hacían un revival, armaron una suerte de consigna, de caballito de batalla, que decía: después de 20 años, la democracia tiene deudas pendientes con los argentinos.
Yo no comparto eso y voy a explicar sucintamente por qué, con un pequeño ejemplo: supongamos que yo tuviera una deuda con una persona desde el año ’83 de 5$ y nunca de la pagué; al cabo de 20 años sigo teniendo esa deuda pendiente, es decir, le debo 5$, a lo sumo con algunos intereses. Pero si tenía una deuda de 5$ y hoy tengo una deuda de 50.000$, no solamente no le pagué la deuda sino que la aumenté, la profundicé, deterioré sustantivamente la relación. Esto, aplicado al proceso de continuidad electoral que experimentamos desde el año 83, se traduce de la siguiente manera: en 1983 teníamos un indicador de desempleo de alrededor de 4 o 5 puntos, lo que en términos macroeconómicos se denomina “pleno empleo”, un margen de desocupación tolerable con una estructura de mano de obra sindicalizada, sin trabajo en negro o por lo menos sin los niveles de trabajo en negro que conocimos después. Y al cabo de estos ventipico de años alcanzamos porcentajes de 15, 20 o más por ciento, duplicados si tomamos en cuenta la subocupación. Tomemos el nivel de pobreza: en la provincia de Buenos Aires, alrededor de 200 a 220 mil pobres en la década de los 80, nueve millones de pobres un par de años atrás. Si comparamos los niveles de endeudamiento, no sólo numéricamente sino comparándolo con el ingreso nacional o con la tasa de importaciones, se trataba de una deuda muy fuerte, pero manejable a comparación de su multiplicación exponencial durante los últimos años.
Quiero decir con esto que los sucesivos gobiernos surgidos del voto popular que tuvimos desde 1983 en adelante, no solamente no cubrieron la deuda que habían heredado de la dictadura, sino que desde tres puntos de vista como la pobreza, el desempleo y el endeudamiento -y se podrían tomar otros- profundizaron hasta niveles alarmantes esa situación, del tal modo que se configuró en la Argentina una estructura socioeconómica y cultural absolutamente distinta de la estructura histórica que nos caracterizó por tener un alto nivel de instrucción pública, un trabajo estable y un colchón de clase media que nos diferenciaba hacia arriba del resto de los países de América Latina.
Y esto no sucedió en dictadura, sino durante los años del gobierno de la supuesta democracia, si entendiéramos la democracia exclusivamente como un sistema procesal de reglas institucionales y no desde la construcción del sujeto democrático.
Ahora bien, no podríamos explicar los años 80 como punto de partida si no dijéramos dos palabras, los más gráficamente, lo más didácticamente que esté a mi alcance, del marco histórico. Porque los 80 tampoco llegan por que sí, sería demasiado impiadoso y además injusto y con muchas faltas de objetividad de mi parte, si no pusiera este planteo en un marco de condiciones de crisis estructural a nivel tanto interno como externo que indudablemente condicionó a los sucesivos gobernantes que tuvimos desde 1983 en adelante. Yo no puedo explicar los 80 sin los 70, ni los 70 sin los 60 y así sucesivamente. Como hay que poner algún parámetro histórico, hay que ubicar un punto de partida, en los 70 se produce un conflicto muy fuerte en el planeta desde el punto de vista de la distribución de los excedentes del sistema económico mundial, tanto capitalista como socialista. A partir del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, con las instituciones de posguerra, con el Estado de Bienestar, con el desarrollo industrial y con el reparto del mundo que hicieron las dos potencias vencedoras, se inicia un proceso de crecimiento económico y de desarrollo social que no había tenido precedentes en la historia de la humanidad. Y que está guiado no solamente por el crecimiento económico sino también por la demanda de igualdad de derechos, por una demanda de distribución social del producto de ese crecimiento económico.
Y esta demanda alcanza niveles planetarios desde el momento en que se produce un evento político en los confines de la humanidad hasta ese momento –hoy no hay confines en la humanidad- como el ingreso de Mao Tse Tung a Pekín y la instalación del régimen comunista en el país más poblado de la Tierra. Se ensancha el bloque comunista, que pasa a conformarse a partir de aquel momento por dos grandes países-continentes como la URSS y China.
También tenemos el reconocimiento del Estado de Israel, la independencia de la India, y el inicio del proceso de “descolonización” en Asia y en África.
La Organización de Naciones Unidas (ONU) se crea en 1946, y su carta fundacional está firmada por 51 países independientes; hoy tenemos alrededor de 200. Su inmensa mayoría se independizó de sus protectorados durante los años 50 y 60, a través de movimientos nacionales de liberación, organizaciones independentistas que reclamaban independencia, justicia, participación y distribución del excedente.
En 1959 triunfa la revolución cubana y proyecta hacia la juventud del continente la figura emblemática del Che Guevara, que va a jugar un rol importante.
Desde el punto de vista religioso desarrollado durante el papado de Juan XXIII y continuado por Pablo VI, tiene lugar el Concilio Vaticano II, es decir, un régimen de apertura de la Iglesia Católica, no solo en términos de la restructuración de la liturgia sino también de un acercamiento al pueblo, de un compromiso con la pobreza, de un compromiso con lo social, es decir, un movimiento que uno podrá caracterizar de una manera u otra, pero nadie puede negar que la tendencia era la apertura.
Toman cuerpo en los EE.UU. las movilizaciones de la población negra, con Malcolm X a la cabeza de un movimiento violento desde el norte, y Martín Luther King, desde la “no violencia” en el Sur, pero ambos en pos de la igualdad de derechos raciales.
Estamos también ante la derrota del ejército más poderoso del mundo por un ejército mucho menos poderoso pero convencido de qué era lo que estaba defendiendo, y el retiro de los estadounidenses de Vietnam. Se trata de una derrota muy emblemática porque los EE.UU. pierden primero la guerra moral en la opinión pública de su país, que no comprende qué era lo que se estaba defendiendo, para pagar el precio de tantos miles de jóvenes muertos, cuyos ataúdes no paraban de bajar de los aviones provenientes de la península indochina.
A mí me tocó, por esas cosas de la vida, visitar muchos años después los propios frentes de combate y les aseguro que es conmovedor pensar en los meses que esa gente vivió dentro de los túneles comiendo las raíces que se ramificaban hacia abajo de la tierra, esperando la oportunidad de tender sus trampas para aterrorizar al enemigo. Personas que medían alrededor de 15 cm menos que los soldados norteamericanos.
Lo más importante es lo que simbólicamente se trasmite con esto, que es la lucha por la defensa de lo propio, la lucha por la igualdad, “el poderoso no es invencible”. El capítulo Vietnam genera también todo un movimiento cultural, artístico y musical en los EE.UU. que tiene que ver con el rock, que tiene que ver con el hippismo, que tiene que ver con el pacifismo, que tiene que ver con valores que no son, y esto dicho para los jóvenes, lo digo permanentemente en mis clases, que no tienen que ver con lo estrictamente material, ni con lo estrictamente individual. Es decir, una búsqueda de valores que no tienen fuente sólo en lo material, sino que son valores solidarios y colectivos, a diferencia -y esto no culpo a los chicos, sino que tenemos que señalarnos a nosotros mismos como generación- de lo que pasa que hoy con jóvenes que se sustentan en un paradigma distinto, mucho más ligado con lo material y mucho más ligado con lo individual.
También tenemos Europa. En 1968, de un lado de la “cortina de hierro”, como dijera Churchill, jóvenes de un país que decía tener igualdad luchan por la libertad, esto es la “primavera de Praga”; del otro lado los obreros y los estudiantes de París, hacen el Mayo Francés en busca de mayores niveles de igualdad.
Es fin, en todo el planeta según acabamos de indicar en este pantallazo, una demanda muy fuerte por la participación, por la igualdad, por la independencia, por la solidaridad, por valores no materiales que tenían que ver con la justicia de la distribución, no con el enriquecimiento individual.
Del otro lado el poder. El poder que no casualmente es impactado en esta misma etapa por la crisis del petróleo. Nixon había declarado en 1971 la inconvertibilidad del dólar, había dicho “no tengo por qué relacionarlo con las reservas de oro. Tenemos dólares expandidos en todo el mundo, nosotros cotizamos nuestra moneda de acuerdo con nuestros propios intereses financieros”. Y esto prepara el terreno para lo que vendrá.
En 1973, primera crisis del petróleo. El barril pasa de 4 a 19 dólares, más tarde a 30, y esto impacta del tal manera el mundo industrializado que los países industrializados tiene que empezar a buscar a una velocidad mucho más rápida fuentes de energía que sustituyan al combustible fósil para desarrollar su potencial económico. Es decir, la revolución tecnológica. La revolución tecnológica se hubiera producido de todos modos, pero se precipita con el impacto que genera en el mundo industrializado la crisis del petróleo.
Ahora bien, ¿quién financia esa revolución tecnológica que termina saldando aquella lucha por la distribución del excedente económico mundial de la cual hablamos al principio? Tiene dos fuentes principales de financiamiento.
Una es lo que ustedes recordarán se denominó en su momento “petrodólares”. Significa que los dólares generados por el aumento del petróleo, en lugar de ser reinvertidos para el desarrollo de sus países de origen, eran depositados en las plazas financieras que se habían liberado en el mundo industrializado, que daban tasas de interés mucho más rentables que la inversión.
La segunda fuente de financiamiento de la revolución tecnológica la constituye la deuda externa contraída por las dictaduras de América Latina. No sólo en términos contables, sino como condicionamiento de las políticas de ajuste económico y social aplicadas a partir de ese momento. El protagonismo de Kissinger y la ITT en la caída de Salvador Allende en Chile no es casual en este sentido. No es casual que de todo el mapa de América del Sur en 1980, salvo en Colombia y en Venezuela, nos encontramos con dictaduras en todos los demás países. Tiene que ver con esta cuestión de cómo se salda esta confrontación a nivel mundial. Obviamente que no estoy planteando dos bandos, estoy planteando un clima de época, irregular, diferenciado, pero en el que podemos encontrar algunos hilos conductores sobre cuáles eran los valores que estaban en juego para la organización del nuevo sistema internacional a partir de la crisis de los años 70.
Este modelo de ajuste estructural que se aplica sobre la región se apoya en dos pilares: uno económico y otro ideológico. El ideológico: plena guerra fría, plena lucha entre dos bloques, plena carrera nuclear y armamentista, en medio de la cual las dos superpotencias acumulan un arsenal nuclear suficiente como para destruir varias veces la Tierra. ¿Cuál es el planteo estratégico de los EE.UU? Es sencillo: “la guerra militar contra el enemigo marxista es tan sofisticada que ningún ejército latinoamericano está en condiciones de afrontarla en ese plano, el militar; la confrontación militar con el enemigo soviético solamente la afrontamos los marines estadounidenses.” Pero como el enemigo no penetra únicamente desde lo militar sino –y fundamentalmente- desde el punto de vista ideológico, de la cultura, de la organización social, el papel que corresponde a los ejércitos latinoamericanos es dar la batalla en ese terreno, el ideológico. Ésta es la justificación intelectual de la represión interna y el terrorismo de Estado de los años 70. Es la confrontación, la guerra con el enemigo desde el punto de vista de la represión intelectual, política, ideológica. Y esa es la razón de ser de las dictaduras, para dar esa otra batalla sobre el excedente económico.
Aquí hay gente más joven que yo, hay gente de mi generación y gente un poquito mayor que yo, que recodará que históricamente la economía de los países siempre se midió en moneda nacional. Hoy nos cuesta recordarlo por el bombardeo de los últimos años, nos hemos acostumbrado a medir en dólares lo que toda la vida se midió en pesos. La economía se construía en pesos, hasta el endeudamiento externo se medía en pesos. Como todos los países dignos del mundo, donde la moneda no es un instrumento de intercambio económico solamente, sino un factor constitutivo de la nacionalidad, de la identidad nacional.
Esto descansa sobre los paradigmas productivos de la escuela estructuralista de la CEPAL, cuyas variables macroeconómicas eran la inversión, el desarrollo, la producción, el empleo. Paradigmas que José Alfredo Martínez de Hoz arrasó sosteniendo en su remplazo variables puramente monetaristas o financieras tales como la política arancelaria, el tipo de cambio y la tasa de interés.
Barreras arancelarias a la exportación, facilidades arancelarias para la importación, de modo que “nuestra industria encontrase oportunidades de competir con la moderna industria extranjera”. Tipo de cambio muy alto para que al productor argentino le costara muy caro producir en pesos y no le conviniera exportar por cuanto la cotización del dólar era extremadamente baja. Con la recordada ley de entidades financieras subió considerablemente la de interés.
Todo esto destruyó la industria nacional, al industrial no le convenía producir sino vender su fábrica y poner la plata a interés. Pero después advino la segunda etapa del plan económico denominada “La Tablita”, esto es, el cronograma programado del descenso de las tasas de interés, mediante la cual los depósitos ya no le rendían al ex industrial, y éste se quedó finalmente sin su fábrica, y también sin el ahorro. Tanto la fuente productiva como el ahorro fueron a parar a manos de los cinco o seis grupos monopólicos nacionales e internacionales que se convirtieron en los conglomerados que se apropiaron de la Argentina.
Contemporáneamente nos encontramos con otra cuestión que no es anecdótica, y tiene que ver con el turismo, con los viajes al exterior y la compra indiscriminada de electrodomésticos que implicó una fenomenal transferencia de recursos –divisas- al exterior. Es decir, el dinero generado por el trabajo argentino se gasta en el exterior y además compra productos hechos con trabajo de otros lugares.
Digo todo esto porque desde mi punto de vista, si no se lo explica no analizaremos correctamente al año 83. Van llegando las democracias. El primer presidente elegido que regresa es Belaúnde Terry en Perú, el mismo que había sido derrocado en 1968. Luego llega , más tarde Uruguay, Brasil, en medio Bolivia, y finalmente cae Stroessner en Paraguay y en Chile es relevado Pinochet por el primer gobierno de la Concertación. La dictadura argentina ya venía sufriendo un desgaste y su final hubiera llegado tiempo más temprano, tiempo más tarde, pero se precipita con la derrota militar en Malvinas.
Lo que quiero decir con esto es que las dictaduras constituyen la primera fase de lo que se denomina el período de ajuste estructural en América Latina. Así como hubo una etapa agroexportadora, así como hubo una etapa sustitutiva de importaciones, así como hubo una etapa desarrollista, a partir de los años 70 llegamos a la etapa de la primera fase del ajuste estructural, ajuste que todavía no nos abandonó.
Llegan las democracias por el desgaste de las dictaduras. ¿En qué creíamos nosotros, los jóvenes militantes, en aquel momento? Y acá esta Gigantino, a quien conozco de aquella época y con quien tengo una matriz común de formación política: ¿qué era lo que pensábamos de buena fe, en aquel momento? Que como la Argentina había tenido tantos períodos de inestabilidad política que se inician en 1930 –luego un golpe de Estado en el año 43, que difiere del modelo clásico; golpe de Estado en 1955, golpe de Estado en 1962, golpe de Estado en 1966, golpe de Estado en 1976- la causa central del retroceso económico argentino estaba directamente vinculada a la discontinuidad del proceso institucional. Es decir, era la continuidad política lo que iba a traer prosperidad económica. Y esto es lo que Raúl Alfonsín sintetiza clara y concretamente con su frase: “con la democracia se come, se educa y se cura”. Pero resulta que desde el año 83 tenemos continuidad electoral, y sin embargo cada vez comemos menos, nos educamos menos y nos curamos menos.
No pretendo que Uds. coincidan, pero yo creo que esa consigna en la que yo creí, es falsa. Y no porque descrea de las democracias, sino porque la democracia como sistema de reglas procesales no alcanza para desarrollar la ciudadanía social, base indispensable para construir el sujeto democrático que es la finalidad última de la democracia.
En 1983, Uds. lo recuerdan, colas y colas de aspirantes a afiliarse a los partidos políticos y millones de asistentes a los actos de campaña (y no había sanguchito y coca cola) legitimaban nuestro sistema de partidos. Porque se identificaba el partido político con la legitimidad abolida por la dictadura. Había esperanza, había fe, había legitimidad en los partidos políticos. Entonces, qué hicieron con nosotros. Y qué hicimos nosotros, porque la verdad es que fueron votados.
La conclusión a que deseo arribar en este tramo es que nuestro país arriba al año 83 desde una fuerte demanda social de políticas estatales, pero a su vez contamos con un Estado en tal situación de debilidad que no contaba con la capacidad estructural para responder a esa sobre-demanda de políticas estatales que hacía la sociedad, por haber sido víctima de todo ese proceso de vaciamiento político y económico que acabo de resumir.
El pueblo de Brasil elige mayoritariamente a Tancredo Neves, Alan García asume en Perú en nombre del histórico APRA, el mismo Sanguinetti en Uruguay y Alfonsín en Argentina. Se trata de salidas democráticas que me animo a caracterizar sintéticamente como salidas socialdemócratas. Procesos en que el Estado tenía un rol, mientras la Argentina se afianza en el Movimiento de No-alineados y se intenta consolidar los Grupos de Contadora y Cartagena, en este caso para abordar la crisis de Nicaragua. Ustedes recuerden que Alfonsín llega a Washington y le dice de todo a Reagan en la cara. En suma, salidas que se me rotularlas así, aunque técnicamente, desde la teoría política no sea lo más correcto. Para entendernos, salidas socialdemócratas.
Pasan los años y con la salida socialdemócrata llegamos a la hiperinflación del año 89, por condicionantes objetivos y por fuertes falencias de políticas internas. Yo comparto los condicionantes objetivos fuertes que había, condicionantes militares, económicos, la tasa de interés internacional, la crisis de la deuda de los años 80, en fin, una cantidad de cosas. Pero también convengamos en que no hubo audacia para afrontar esos condicionantes, como por ejemplo la creación del club de deudores con el que alguna vez soñamos. Ésto porque pensábamos que la deuda global era un factor de potestad política, no solamente una cuestión económica sino un factor de potestad política, y nos dejamos atrapar por la estrategia de “caso por caso” de los EE.UU., que empezó a negociar individualmente como hoy está haciendo con los tratados bilaterales de libre comercio, cuando no puede firmar el ALCA regional.
Lo recuerdo porque lo viví y lo cuestioné. Y tuve muchos costos en mi militancia política cuando Alfonsín decía “ahí va Cavallo al exterior a decir que no le presten a la Argentina” y se ponía, nada menos que como Presidente de la República en una condición de víctima. Yo no puedo concebir que un Presidente de la República se ponga en una condición de víctima. Para qué se postula entonces al primer lugar en la escala política, sabiendo además los condicionantes, porque ninguno es estúpido. Qué hizo, cómo gobernó Alfonsín que nos hizo tan vulnerables políticamente que temía que un diputado saliera a decir que si no le prestaban a la Argentina eso podía alterar los mercados.
Algo habrá hecho mal durante sus años de gobierno como para generar tal vulnerabilidad, habiendo partido de una legitimidad tan grande como la que tenía la política, la UCR y él mismo, al inicio de la democracia. Y para llegar al fin de su mandato con tres opciones de derecha en los tres primeros puestos electorales, como fueron Menem, Angeloz y Alzogaray. En mi opinión, el inicio de la pendiente fue haber desmovilizado al pueblo cuando se discutió la ley sindical. Si ustedes quieren lo podemos profundizar. Luego convocó a la plaza para combatir una amenaza de golpe de Estado y terminó denunciado la economía de guerra, frustrando a esa gente que había ido a la plaza en abril del año 85. Y lo más reprochable no fue esa denuncia de economía de guerra, porque teníamos una economía de guerra, sino no decir qué grupos habían ganado y qué sectores populares la habían perdido, de modo de movilizar al “ejército de los perdedores” para equilibrar con los conglomerados que se habían adueñado del país.
La sociedad le demanda al Estado más aún que en los años 70, pero en aquel momento el Estado era sustancialmente más fuerte. Y a partir de ese Estado profundamente devaluado en su capacidad de dar respuesta, la sociedad se siente defraudada por ese primer tramo “socialdemócrata” de nuestras democracias, y termina por legitimar electoralmente las fórmulas neoliberales de los 90. Una mayoría de nuestra sociedad dice: “era mentira esto, no era verdad; confié en la receta socialdemócrata y me fallaron”. Había una sociedad absolutamente permeable al mensaje de la política que al cabo de aquel primer tramo democrático termina siendo presa de los comunicadores que decían que la soberanía en lugar de acumular renta social para su redistribución, era privatizar.
En definitiva, fue la propia sociedad argentina la que legitimó popularmente, electoralmente, la receta neoliberal. Primero lo hizo sin conocerla del todo, en el año 89, pero después lo hizo conociéndola en el año 95. Es así que para lo que en los 70 hacía falta una dictadura sanguinaria, en los 90 hizo falta un gobierno con legitimidad popular de corte neoliberal para llevar a cabo la segunda fase del ajuste estructural que ya no era quedarse con el aparato privado, con el sector privado de la economía sino que era quedarse con el sector público de la economía. Y a mi entender, hoy estamos ante la tercera fase del ajuste estructural, que es la apropiación por parte de estos mismos grupos económicos, de los recursos naturales que es el último bastión de soberanía que le queda por defender a nuestra sociedades latinoamericanas.
Pero lo peor es que la primera fase se hizo bajo dictadura, la segunda se hizo bajo gobierno neoliberal y esta tercera fase se está haciendo bajo gobiernos que surgen en los papeles desde el centro izquierda o desde la izquierda. En muchos países de América Latina, no solamente en el nuestro.
Cuando analizo el conflicto por las papeleras que se presenta entre un presidente popular como Kirchner y un presidente de izquierda como Tabaré que plantean la confrontación en términos nacionales de un Estado contra otro, en lugar de juntarse como representantes de las sociedades para confrontar donde hay que confrontar, que es con el modelo de desarrollo impuesto por el Banco Mundial y por el Tratado con Finlandia desde que se plantó el primer eucaliptus.
En lugar de plantearlo sobre esos ejes, lo plantean en término de “como los argentinos tenemos más plata, yo te voy a pagar los salarios, si vos parás las plantas”. El otro presidente dice que parece una mujer golpeada, no se contestan las cartas, no se hablan.
Es increíble. ¿Ustedes vieron la película “Good bye Lenin”? “Good bye Lenin” es una película que transcurre en Berlín: una mujer se enferma, se sume en un sueño profundo bajo el régimen comunista y se despierta varios meses después, bajo el nuevo régimen capitalista. Si esto se trasladara al conflicto con Uruguay nos llevaría a algo parecido a lo siguiente: “fines de 2004, Kirchner no se hablaba con Batlle que era ideológicamente una especie de Menem uruguayo (lo que hubiera correspondido formalmente), pero sí recibía a Tabaré como candidato, lo que no es algo formalmente correcto. Un presidente en ejercicio no se hable con el otro, pero sí recibe a un determinado candidato. Kirchner dictó asueto, financió el traslado de miles de uruguayos para que votaran a Tabaré. En Uruguay, el Partido Blanco y el Partido Colorado hacían campañas sucias diciendo a la gente: “¿usted dejaría el Ministerio de Defensa en manos de un tupamaro?” Eso era lo que le decían. Una campaña no sucia, sino deleznable, la que hacía la política tradicional. Los Colorados y los Blancos se habían enfrentado toda la vida, pero ahora estaban juntos porque lo que tenían delante era la amenaza al viejo régimen de prebendas política construido entre ambos, con códigos comunes. Y el Frente Amplio se los venía a cortar. Imagínense ustedes una persona que se hubiera dormido en aquel contexto como la mujer de la película, y se despertara en estos momentos, cuando el ex presidente de derecha Batlle y el poeta de izquierda Mario Benedetti comparten el mismo discurso. Por lo menos, en el caso de Berlín, durante los meses de sopor había cambiado el régimen económico y político, pero en el Río de la Plata lo que hubo fue una mera y lamentable acumulación de torpezas mutuas. Sucesión de torpezas que terminó convirtiendo en un conflicto entre Estados lo que tenía que ser el conflicto de los sectores populares de la región por su derecho humano fundamental a vivir en un ambiente sano y a plantarse frente a los protocolos de inversión leoninos firmados durante los noventa con los países industrializados.
Voy concluyendo con la reafirmación de mi tesis del principio. Yo creo que no hay democracia porque no hay sujeto democrático. Un sujeto democrático es un sujeto libre de discernir y cuando uno crea en un país por sucesivas claudicaciones y defecciones de la supuesta democracia los niveles estructurales de pobreza que se han creado en la Reública Argentina, ese sujeto no tiene libertad de discernir porque queda prisionero de su necesidad primaria. Miles de chicos de 16 o 17 años, que hace una década que no tienen registro mental de un papá trabajando, que no tienen registro mental de lo que es comer en la mesa de su casa, que no tienen registro de lo que es ir a una escuela y que lo único que registran es cerveza y droga, mientras permanecen horas y días tirados en una esquina o en un baldío.
No puedo decir de nuestra sociedad que sea democrática cuando presencio esa realidad en tantos rincones de mi provincia y del país, y compruebo el universo simbólico de ese adolescente que no tiene estudio ni trabajo, hablo del 55% de los adolescente entre los 14 y los 25 años del conurbano de la Provincia de Buenos Aires.
Recorro esos lugares, hablo de estas cosas y detrás de mí viene un puntero político a darles las zapatillas que no tienen o los anotan en un plan de vivienda. Después acude un encuestador a preguntarles a quién van a votar, responden por miedo, sin convicción, pero alimentan las encuestas, y terminan por crear los climas preelectorales que terminan alimentándose a sí mismos. Esas personas, conciudadanos nuestros, están prisioneros de un engranaje en el cual tienen depositada toda su esperanza de conseguir una migaja de dignidad, luego de todo lo que se les fue quitando. Y no fue sólo la dictadura, sino también la continuidad electoral desde 1983 en adelante. Esta es mi posición y por eso desde hace muchos años, con aciertos y con errores, estamos luchando por construir una política sobre reglas y sobre valores distintos, que tenga que ver más con la construcción del sujeto democrático que con los códigos de la corporación política que formó esta pobreza para poderse perpetuar y mantener y cultivar sus negocios personales. Muchísimas gracias.

Preguntas

Orieta Vera: vamos a pedir a quienes quieran participar de este debate vayan pidiéndome la palabra así los voy registrando. Seamos breves, sea para dar una opinión, hacer alguna pregunta o agregar algún dato, así podemos dinamizar más este encuentro.

Participante: Voy hacer una reflexión sobre la primera expresión del diputado Raimundi. Una de las razones por las que nuestro país fracasa es porque no nos enseñaron a pensar. Esta democracia que tenemos hoy día no nos educó, nos abandonó. Los políticos no son estadistas, son políticos de partido y no se ocuparon de la educación del ciudadano. Hoy en día el ciudadano no habla de su pueblo, de nuestro pueblo; los estadistas no hablan de su pueblo. El Dr. Manzi y mi amigo Renato Gigantito lo saben. Se habla de la gente, y el político actual no se ve como ciudadano del pueblo sino que está alejado del pueblo. Ese es mi planteo.

Participante: Quiero preguntarle al diputado Raimundi si conoce el tema de la nacionalización del gas del presidente Evo Morales. ¿De qué manera repercute esto en Argentina?

Respuesta: Se trata de un tema que abarca muchos aspectos. Hay que atender a condiciones históricas, así como a la decisión de un pueblo como el de Bolivia que ha dado un golpe de timón muy fuerte. Toda América Latina ha dado un golpe de timón muy fuerte en términos de lo que han expresado sus sociedades, sus votantes, porque algunos años atrás hubiera sido impensable que 60 millones de personas votaran a un obrero metalúrgico en Brasil, que los chilenos votaran a una mujer, divorciada y atea, y que lo bolivianos votaran a un indígena. Quiere decir que la sociedad está dando señales de cambio, y creo que son los líderes políticos los que no están a la altura de esa vocación de cambio que están expresando las sociedades.
No es el caso de Evo Morales, porque él ha planteado un cambio de escenario muy fuerte: “todo lo que nos saquearon durante décadas y siglos, vamos a poner un punto de inflexión y lo vamos a recuperar”. No está haciendo otra cosa que lo que prometió a su pueblo. Esto puede tener repercusiones internas porque afecta intereses muy poderosos que han vivido muy bien de la renta gasífera. Primero con el salitre, luego con otros minerales y ahora con el gas. Por lo tanto hay que tener mucha prudencia en la región sobre cómo actuar, porque puede tener repercusiones que terminen desestabilizando al propio gobierno de Morales. Por el momento no veo ese peligro, pero que no sea inminente no quiere decir que no existan riesgos.
Por otro lado tiene una repercusión mucho mayor en Brasil que en Argentina, porque el gas de Bolivia alimenta el 90 % de la matriz energética del distrito de San Pablo, que tiene dimensiones similares a toda la Argentina, la misma población, el mismo PBI o mayor todavía, y además un aparato industrial todavía más desarrollado que el de nuestro país. El posible aumento de precio es inclusive mayor para Brasil que para nuestro país. Por lo tanto, creo que el tema debe ser abordado desde una mirada estratégica de la región, y no como la sumatoria de miradas o intereses individuales.
La cuestión es muy profunda, porque salvo Venezuela, el resto de América Latina tiene un horizonte de agotamiento de su matriz energética de muy corto plazo y esto afectará las inversiones, y por lo tanto el crecimiento y este clima de euforia. En nuestro país, el 90% de sus recursos energéticos provienen del combustible fósil —mitad petróleo, mitad gas— y las reservas no van más allá de los ocho o nueve años. Al mismo tiempo, exportamos en un nivel totalmente desproporcionado respecto de una exploración decreciente de nuevos yacimientos. ¿Cómo deberían actuar los líderes de la región frente a esto? Con una mirada estratégica que exprese aquella voluntad social de cambio de la que hablábamos, aprovechando condiciones históricas que no tiene antecedentes, y que difícilmente se repitan por muchos años. En lugar de eso, veo un escenario de conflictos a los que considero totalmente evitables en la medida que se los aborde desde una perspectiva regional y de largo plazo.
Tanto para el caso argentino como para Catamarca, creo que la contradicción entre desarrollo y medio ambiente es falsa; es un falso dilema que, si uno quiere preservar el medio ambiente tiene que impedir la inversión. De lo que se trata es de presentar una estrategia de inversión que desarrolle ese potencial de manera sustentable, con defensa de nuestras reservas estratégicas en materia de recursos naturales, con información y participación de la sociedad. Esto tiene nombre y apellido: liderazgo político, o los presidentes miran en el calendario el día de mañana, o como en Europa y Japón de posguerra, actuamos con visión estratégica.

Participante: Sólo coincidir y rescatar algunos conceptos de los panelistas, y decirles muchas gracias.

Orieta Vera: Bueno, les informo que la próxima charla será el próximo viernes 7 de julio, con el diputado Adrián Pérez, quien abordará el tema “Poder Político y Poder Judicial”, y la siguiente charla será en agosto. Con los datos de las planillas en las que se han anotado podremos invitarlos. Vamos a hacer una síntesis de estos encuentros y hacerles llegar ese material. Para quienes pueda interesarle, estamos dispuestos a recibir de Uds. todo tipo de sugerencias.