El material disponible sobre “Poder y legitimidad” es el siguiente: Crisis de legitimidad democrática en América Latina, que está confeccionado en base a un proyecto de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD). El trabajo de PNUD está dividido en tres partes: “Presentación”, “Hacia una democracia de ciudadanía” y mis comentarios sobre ese proyecto.

Los artículos “La dimensión ética” y “Globalización y política”, se refieren a la crisis de los paradigmas de legitimidad del sistema de poder internacional.

Además contamos con dos trabajos sobre la crisis de legitimidad del poder político en la Argentina. Uno se llama “La Argentina como formación política”, que hace un pantallazo histórico desde la colonización y una comparación entre los procesos de colonización de las colonias anglosajonas y las colonias hispanas. De ahí se pueden extraer muchos de los fundamentos que después dieron lugar a la relación estado-sociedad civil en los países de América Latina y los colonizados fundamentalmente por Gran Bretaña. El otro documento es “La crisis de legitimidad en la Argentina de las últimas décadas”. Los pongo en este orden porque el primero es más global, se refiere a América Latina, y el segundo a nuestro país. Así tratamos de ir de lo general a lo particular.

En el programa hay un hilo conductor y buscamos que haya una coherencia, no relacionada con la militancia partidaria. Yo voy a tratar de que se filtre lo menos posible mi condición de militante político, con el rol que tengo que desempeñar acá. Estamos guardando una coherencia en términos de los valores que queremos expresar. Este curso no está planteado con áreas separadas, sino de ejes conceptuales como la verdad, la palabra, la ley, el otro.

El documento de la crisis de legitimidad en la Argentina, tiene que ver con la crisis de la palabra, con una sociedad que se ha desestructurado a partir de que se corrompió la voluntad de cumplir contratos. Dejó de ser importante lo que se dice, ya no se analiza el contenido de lo que se dice, porque se presupone que no se va a cumplir. Está invalidada la palabra, y mucho más cuando esa palabra viene del Estado como sujeto de poder político. Por eso, entre otras cosas, hay crisis de legitimidad política.

Se invalida a priori la palabra del Estado porque se presupone que esa palabra no va a ser cumplida.

Pero esto no se reduce al Estado. No se trata de que porque pierde credibilidad el Estado, se fortalece la credibilidad en la sociedad. No es que el debilitamiento del Estado forme parte de un juego de suma cero. En general, la relación entre el Estado y la sociedad es objeto de un juego de suma positiva o de suma negativa, donde el fortalecimiento de uno de los términos produce el fortalecimiento del otro y viceversa. Cuando el grueso de la gente no se siente bien, está angustiada, no tiene noción de destino, esa situación la lleva a organizarse, a movilizarse. El conflicto social hace que la sociedad se movilice para estar mejor.

Pero la realidad demuestra esto hasta cierto punto, que podría equivaler al punto de utilidad marginal de la ciencia económica. Es decir, pasado cierto estado de malestar en la sociedad, en lugar de llevar a la movilización y la organización, lleva a marginarse del espacio público, a resignarse, a disciplinarse. Eso fomenta las medidas de control social, no el reclamo de mayor poder social.

Si uno comparara el estado de los sectores trabajadores de hoy y el de los sectores trabajadores que protagonizaron el Cordobazo en la Argentina, son el día y la noche. En aquel momento se trataba de una clase asalariada que tenía un altísimo nivel de sindicalización, absolutamente en blanco, no había trabajo informal en la Argentina. Había un nivel de salarios regularizado, con alto nivel de sindicalización, con elevados niveles de seguridad social. No discutíamos lo que estamos discutiendo hoy en relación al salario en blanco o al salario en negro, qué cuota es bonificable, cuál no, los aportes. En aquel momento había una avanzada en seguridad social en términos de confort, de turismo. Los sindicatos y las obras sociales daban planes de pago, créditos. Hoy no dan ni las cuotas mínimas de salud. Si en este momento estos mismos sectores están mucho peor, tendrían que tener mucha más capacidad de movilización. Y no es así, al contrario. Llega un punto que al perderse la capacidad de representación colectiva, la idea de destino común, se termina resignando al disciplinamiento.

La desocupación no es la de las sociedades posindustriales que, a partir de todo un esquema de organización tecnológica del trabajo, hace que los obreros vayan perdiendo ese nivel de ocupación propio de la etapa fordista de la producción. La Argentina no tiene desocupación posindustrial sino preindustrial. Esto es estratégico, no es producto de un proceso de desarrollo económico que llega a esa consecuencia. Es producto de una estrategia política de ajuste. Tenemos una sociedad disciplinada y desmovilizada.

Una sociedad desmovilizada y debilitada en su capacidad de organización, demanda menos al Estado, requiere de un Estado de mucho menor calidad. Hoy no le estamos demandando planes de pago para electrodomésticos, sino una bolsa de comida. Necesito un Estado mucho más fuerte para dar lo otro y mucho más débil para dar esto. El debilitamiento de la sociedad produce un debilitamiento del Estado. Y el debilitamiento del Estado en término de políticas estatales de salud, educación y demás, realimenta el círculo vicioso. Por el contrario, las sociedades civiles más fortalecidas son las que más demandan al Estado y, por lo tanto, a una sociedad fuerte le corresponde un Estado fuerte. Esto lo digo para romper un mito y es que en las sociedades fuertes, el Estado no necesariamente tiene que serlo. La experiencia indica, salvando excepciones, que a una sociedad fuerte corresponde un Estado fuerte.

Acá estamos tan colonizados, que cuando uno plantea el espacio de la sociedad, lo asocia con el mercado, con el sector empresario, no con las organizaciones de la sociedad civil. Hay que romper un mito y plantear un paradigma de legitimidad, porque tenemos que contribuir a generar un estado de debate entre nosotros, de debate permanente, de reflexión, de toma de posición, de defensa de opiniones, de divulgamiento.

Me gustaría demostrar la falsedad del paradigma de legitimidad del modelo neoliberal de los 90. No estoy hablando de un presidente, de un gobierno, de un ministro. Eso es un derivado de una estrategia de ajuste que para poder aplicar determinado programa con ganadores y perdedores, tenía que deslegitimar la política. Era necesario asociar la política con la corrupción, el negociado. Había que mostrarle eso a la sociedad como sinónimo de la política. Deslegitimando la política, se podría legitimar el mercado como único asignador de recursos materiales y culturales.

Hay que romper el paradigma de la teoría del derrame, que dice que la acumulación económica hecha por los sectores que motorizan la economía, los sectores más dinámicos, iba a redundar en un crecimiento colectivo.

Una cosa a analizar es: las sociedades achican la brecha entre los de más altos y los de más bajos ingresos cuando crecen económicamente o las sociedades se desarrollan económicamente a partir de que se piensan a sí mismas como sociedades cohesionadas. Hay que mirar ejemplos de desarrollo humano. Los dos países que en este momento presentan mayor nivel de desarrollo humano son Noruega y Dinamarca. La tabla va cambiando, pero en general son los países escandinavos: Suecia, Noruega Finlandia, Canadá está cerca, Holanda, Bélgica, mucho más que los EE.UU., que es mucho más desigual que los países europeos. En esos países culturalmente la acumulación individual de riquezas no es un valor, la ostentación de riqueza es un disvalor social.

Nosotros estamos en una crisis de inoperancia del MERCOSUR, ya que no es algo que se palpe en la vida cotidiana, y en Europa se sigue el proceso contrario en materia de integración. Allí los países quieren incorporarse. No estoy hablando de la última elección del Parlamento europeo, porque los parlamentos, por distintas razones, son las instituciones más deslegitimadas. Aún así la gente votó y lo ve como un mal necesario.

 ¿Por qué los países quieren ingresar en la comunidad europea? ¿Por qué se agranda permanentemente? Porque la integración está presente en la calidad de vida cotidiana.

En Europa existen los fondos estructurales, esto es: la recaudación que hacen los países europeos del arancel externo de la exportación, en lugar de cobrarlo cada país, lo recauda el órgano comunitario y lo redistribuye socialmente. Los fondos estructurales están destinados a equiparar el nivel de desarrollo de los indicadores sociales de las regiones y los países más rezagados. A partir de la incorporación, los países dan un salto de calidad, como Grecia, Portugal, España. Éste último país en el año 70 tenía un PBI per capita inferior que la Argentina. En el año 70 nosotros teníamos el doble de PBI per cápita que Brasil. Y hoy Brasil está peleando un sillón en Naciones Unidas, con potencias de segundo orden como China, la India, Sudáfrica y Rusia, inmediatamente después del G-7, del grupo de siete países más desarrollados del mundo. La “pequeña” diferencia es que desde el año 70 hasta ahora, la Argentina tuvo un ministro que dijo que daba lo mismo producir acero que caramelos, y después tuvo otro ministro que dijo que la mejor política industrial es la que no se tiene. Y Brasil, aún en dictadura, siguió desarrollando su aparato industrial nacional.

Volviendo al principio, antes que dar una definición de las que se dan el primer día de clase en Instrucción Cívica o en el primer año de la facultad, quisiera tratar de convenir con ustedes de qué estamos hablando cuando hablamos de poder y de qué estamos hablando cuando hablamos de legitimidad. Eso se logra transmitiendo algunas ideas afines.

Vamos a tratar de dar una idea de poder que es distinta de la que han visto o van a ver en otras clases del curso, porque han visto el poder desde la “Microfísica del Poder” de Foucault, que dice que el poder es omnipresente, está presente en toda relación humana, ya que toda relación humana es una relación de mando y obediencia, como ocurre en la familia, en las relaciones comerciales, en las terapéuticas. Foucault agrega que son dinámicas, son cambiantes, no son estáticas, no siempre se está en el mismo rol, y se pueden modificar. Esta lógica la podemos trasladar al campo de lo social y lo político, porque si no creyéramos que las relaciones de poder son modificables y que se pueden crear escenarios, acontecimientos, nuevos tiempos y nuevos lugares, no tendría sentido que estuviéramos en un curso de formación. Si uno cree que el statu quo es una cuestión fatal, convendría adaptarse al statu quo de la mejor manera posible y no involucrarse en un cambio.

Nosotros vamos a ver el tema, desde el punto de vista de los sujetos de las relaciones de poder político, donde también está presente el tema de mando y obediencia, la pequeña dominación, la pequeña autoridad y donde el Estado juega un papel fundamental como sujeto de poder político. Más allá de los cambios, el Estado sigue siendo el sujeto del poder político por excelencia. Vamos a compararlo con el Estado que tuvimos a lo largo del siglo XX. Vamos a ver la cuestión del poder desde el punto de vista del poder político y vamos a ver la legitimidad desde su dimensión filosófica, no desde su dimensión sociológica. Si la viéramos solamente desde la dimensión sociológica, la legitimidad del poder político estaría reducida exclusivamente al criterio de estabilidad. Mientras un orden político se mantenga en el tiempo, ese orden sería legítimo, porque no se ha creado un movimiento social lo suficientemente fuerte y poderoso como para cuestionar esa legitimidad.

No me resigno a reducir la legitimidad a su dimensión exclusivamente fáctica. Si fuera de ese modo, tendríamos que legitimar la doctrina de facto instalada en la Corte Suprema de la Nación argentina en 1930, cuando dijo que hay una Constitución que plantea un mecanismo de traspaso del poder, pero hay una realidad que dice que el poder se traspasó de otra manera. Por lo tanto, el presidente legítimo no es el presidente constitucional, sino el presidente militar. A partir de allí, se inauguró la claudicación de la justicia argentina en relación a la legitimidad, porque solamente se atuvo a un criterio de legalidad basado en la relación de fuerzas y no en valores. Ésa es la diferencia entre la dimensión sociológica y la dimensión filosófica de la legitimidad.

Para nosotros el concepto de la legitimidad está vinculado a una cuestión de valores, axiológica, no solamente metodológica o procesal. Eso ha llevado a confrontar mucho a los autores contemporáneos. Hay autores progresistas que dicen que mientras se cumplan determinados requisitos formales de legitimidad, hablamos de legitimidad política. A lo que otros contestan que no solamente hay que ver parámetros procesales de legitimidad, elecciones libres, no fraudulentas, transparentes, un proceso de formación de las leyes que marca la Constitución, sino que lo que hay ver es la distribución de ingresos. Ahí el problema económico repercute directamente sobre el tema de la legitimidad.

Me gustaría también compartir con ustedes otra pregunta: cuándo el pueblo vota ¿decide? Esta pregunta también tiene sus bemoles. En este caso me remito más a la situación de nuestro país y de América Latina. No es lo mismo cuando se cubren determinados umbrales de desarrollo humano y social, en materia de calidad de la educación, de estabilidad de las relaciones laborales y demás, donde, al haberse cumplido determinados umbrales, el voto tiene un componente donde el individuo decide sobre otras cosas, donde no se sitúa como rehén del asistencialismo. No es lo mismo una sociedad desarrollada que una subdesarrollada.

El problema que tenemos, es que nos movemos para decidir sobre nuestra democracia, por el concepto de democracia que marcan otros. Nosotros decidimos qué es o no democracia, de acuerdo con lo que es la democracia en otros lugares, no aquí. En los lugares donde se cubren estos umbrales, el voto popular tiene otra dimensión. E inclusive no estaría cuestionado el voto optativo, como es en los EE.UU. No es lo mismo en determinadas sociedades que en otras, donde el único instante en que un desocupado y un megaempresario valen lo mismo, es en el momento de depositar el voto. Ni un minuto antes ni un minuto después esas dos personas en términos de la relación con el poder valen lo mismo. No es lo mismo el voto obligatorio y optativo porque depende del perfil de las sociedades. Además en nuestras sociedades estamos absolutamente colonizados. Nosotros utilizamos los conceptos y tomamos posición frente a conceptos que se originan en realidades económicas, sociales y culturales totalmente distintas.

La Argentina resuelve su primer conflicto político como Nación autónoma, entre Saavedra y Moreno, con la lógica de la eliminación del opuesto, no con la lógica de la síntesis. La cohesión no es solamente una cuestión económica, de articular entre sectores de distinto ingreso económico, sino que tiene que ver también con la búsqueda de una síntesis. Europa es un continente que tiene partidos políticos mucho más arraigados en corrientes ideológicas que América Latina, que tiene un sistema de partidos —salvando Chile que tiene una derecha y una izquierda fuerte y Venezuela que tuvo un partido cristiano muy fuerte y un partido socialdemócrata muy fuerte— que nacen de grandes movimientos populares que se originaron en los grandes movimientos populares del siglo XIX; es el caso de Uruguay, Argentina.

Los partidos políticos europeos tienen mucha capacidad de lograr consenso desde el punto de vista programático, lo que les permite generar políticas de estado sobre grandes lineamientos estratégicos que los ha convertido en países desarrollados. Nosotros que venimos de partidos políticos que no rivalizan tanto desde el punto de vista de las corrientes ideológicas, tenemos mucha menos capacidad de lograr consensos programáticos.

En el caso de la Argentina, se fundó desde el antagonismo. Cuando uno plantea el concepto de negociación en la Argentina, que no es una mala palabra desde la naturaleza misma del concepto, tiene connotaciones negativas, disvaliosas: “yo no me siento a negociar”. ¿Qué es sentarse a negociar? Es sentarse a plantear un óptimo pero, primero, sabiendo que mi óptimo no es la verdad absoluta, segundo, que el otro también tiene su óptimo y tercero, que en otro puedo encontrar parte de la verdad para llegar a una síntesis con mi verdad. Desde esta lógica, yo no me siento a negociar así con mi adversario. Yo acumulo fuerza y llego, no hasta donde escuché la parte de verdad del otro que puede sintetizar con la mía, sino hasta donde me dieron las fuerzas. El otro hace lo mismo. Y cuando puedo, lo elimino, es el caso de unitarios y federales, nacionalistas y autonomistas, conservadores y radicales, peronistas y antiperonistas, azules y colorados, hasta llegar al genocidio de la dictadura.

Cuando llegamos al límite de la tolerancia moral de la sociedad con el genocidio, no pasamos al consenso, pasamos al arreglo, al pacto por debajo de la mesa. No cambiamos de ese concepto de eliminación del opuesto a la síntesis, al acuerdo, al consenso, a la negociación, pasamos al pacto, a decir una cosa y arreglar otra por debajo de la mesa. Y aquí entra otro paradigma de legitimidad de nuestro sistema político que también está agotado, que es el liderazgo paternalista.

Quisiera poner un punto de inflexión como análisis histórico. Si el Estado es el sujeto de transmisión de la legitimidad política por excelencia frente a la sociedad, la crisis del Estado influye directamente sobre la crisis de legitimidad de la política. Esto es resultado de un proceso.

Yo soy muy enemigo de la monocausalidad. Creo en la policausalidad de las relaciones sociales y políticas, y en los procesos históricos mas que en los sucesos históricos. Pero a los efectos del análisis es necesario poner un punto de inflexión. El mundo se organiza, tal como lo vivimos en las últimas décadas, a partir del final de la segunda guerra mundial. En ese momento el mundo se divide en dos sistemas, y al mismo tiempo la paz en el mundo y la competencia entre los dos grandes bloques, genera mucho crecimiento económico. Desde la segunda posguerra hasta la crisis del petróleo, a principios de la década del 70, el mundo va en un proceso de crecimiento exponencial en materia de riqueza económica, muy fuerte. Este proceso tiene una matriz en el desarrollo militar industrial, la tecnología nuclear y el armamentismo.

La carrera armamentista es la locomotora del desarrollo económico e industrial de la posguerra y se hace a partir de Estados muy fuertes. El crecimiento estatal y la carrera armamentista tienen una matriz, en términos de liderazgo político, en el Estado norteamericano y en el soviético. Pero al mismo tiempo tienen consecuencias en el sistema social que van a terminar repercutiendo en la propia crisis del Estado, porque la carrera armamentista lleva a la organización de los movimientos pacifistas, la carrera industrial a la organización de los movimientos ecológicos y la incorporación de la mujer al circuito de producción y consumo y al espacio público lleva a la organización de los movimientos de género, que son las tres grandes vertientes de los movimientos sociales de la última parte del siglo XX, que se entrecruzan restando exclusividad al poder estatal.

Estos movimientos van a terminar generando un fortalecimiento de la sociedad que pone en crisis al Estado en términos de mayor demanda. Le quitan exclusividad como sujeto de poder político. En los últimos años se produjo un corrimiento de la sociedad al mercado. El que le resta poder al Estado no es la sociedad civil fortalecida, sino el mercado, sobre todo en nuestro país.

En aquel momento era la sociedad, porque todo esto viene acompañado de un proceso cultural. A partir de la posguerra se genera una reacción en cadena de los movimientos de liberación nacional que llevan, en los años 60, al proceso de descolonización de la mitad del planeta. Cuando termina la guerra, sólo había cincuenta países soberanos, y la independencia de la India inicia un proceso de descolonización muy fuerte tanto en el continente asiático como en el africano. Estos procesos están protagonizados por movimientos de liberación nacional que están relacionados con la crisis entre los bloques, porque estos movimientos tenían soporte económico y político del bloque soviético, mientras que las potencias coloniales estaban sostenidas por los EE.UU. Esto en cuanto a superestructura política, pero en sí estaban guiados por un espíritu de independencia nacional de los propios pueblos. Se inicia un proceso, en el mundo, de ligazón muy fuerte entre la utopía y el cambio social. La utopía era entendida como un fenómeno de realización política, no como un fenómeno de idealización, que es una manera de degradarla. Es decir ¿para qué vamos a pensar la utopía si no se puede realizar?. En este caso la utopía de la independencia generó un cambio en el escenario político, un acontecimiento político. Creó espacio y tiempo político distinto. Hoy tenemos doscientos estados independientes en el mundo. La inmensa mayoría vivió el proceso de descolonización de los años 50, 60, en Asia y África.

La década de los 50 desde lo religioso también genera movimientos de apertura. El Concilio Vaticano II, el papado de Juan XXIII, es una comprobación de los movimientos de apertura de la iglesia católica: el acercamiento a la feligresía, los cambios en la liturgia y en el idioma de la misa, la relación frente a frente entre el sacerdote y el pueblo. En América Latina estos cambios desembocan en Medellín, Puebla, el movimiento de sacerdotes del tercer mundo y la teología de la liberación. La reacción de las iglesias oficiales, en muchos países de América Latina, como Centroamérica, Colombia, Chile, Brasil, fue muy distinta de la reacción que tuvo el episcopado argentino con respecto a la dictadura militar. Desde la misma iglesia se generaron movimientos de apertura.

La guerra de Vietnam fue el conflicto regional más fuerte desde la posguerra hasta la guerra del Golfo. El impensable triunfo que tuvo un ejército popular de personas no equipadas, que no tenía la tecnología que tenía el ejército más poderoso de la tierra, se basa en la moral de lucha de ese ejército popular. Esa guerra tuvo legitimidad para el pueblo vietnamita, que defendía su territorio, y una fuerte ilegitimidad en la opinión pública estadounidense, que fue el origen de la derrota. Antes de la derrota militar vino la derrota moral de un ejército, que no contaba con la legitimidad popular, que confrontaba en términos de una estrategia militar que ni la opinión pública ni los propios soldados entendían.

Yo tuve la oportunidad de visitar el frente de batalla vietnamita y repté por los túneles, y ahí entendí cómo los vietnamitas, que eran en promedio entre 15 y 20 cm. más bajos de estatura que los soldados norteamericanos, infundían temor, que es el temor que infunde un pueblo cuando conoce el territorio y defiende lo suyo. Se produjo una derrota moral a partir de una tecnología absolutamente primitiva, pero ese ejército tenía conocimiento del lugar y convicción. La diferencia era grande, con los ataúdes que llegaban a los EE.UU., que generaron la derrota que hizo que una parte importante de la humanidad viera que la utopía era posible. Además, siguió generando movilizaciones populares en la propia opinión pública norteamericana, porque el hippismo es un movimiento contestatario en este sentido. El rock es un movimiento contestatario a esta guerra, y esto cunde después en el resto de la humanidad, porque era la primera derrota del imperialismo más poderoso del mundo.

Otra lucha para destacar es la de los negros en los años 60 en EE.UU., la lucha más violenta de Malcom X en el norte y una lucha pacífica de Martín Luther King en el sur, que dijo “tuve el sueño de que podíamos ser iguales”.

Estoy planteando cómo la legitimidad fundada en valores generó un proceso de consecuencias políticas.

Otro caso es el triunfo de la revolución cubana en 1959 y la proyección de la figura del Che en América Latina.

En Europa un año clave es 1968, donde de un lado de Europa tenemos la primavera de Praga y del otro lado de Europa tenemos el Mayo francés.

El mundo, en ese momento, vivía en un estado de movilización popular muy fuerte, que creó todo un clima de romanticismo revolucionario. Romanticismo en el sentido de que veían valores, objetivos, posibilidades de cambiar, no resignación. Platean otras cosas más allá de lo material, aunque eso llevaba a una demanda material. Esto lleva a un fenómeno político, a un epifenómeno de toda esta estructura social que se estaba movilizando en el mundo y que cuestionaba el poder. Lo que estuvo en juego en los años 70 en el mundo, que después repercute en Argentina, es un cuestionamiento muy fuerte a la estructura de poder mundial, en base a valores y utopías.

En estos años, países que no eran poderosos, generan un proceso de ruptura en el sistema económico, que fue la crisis del petróleo. Cuando el cuestionamiento al poder llega al punto máximo de fricción, el poder reacciona con inteligencia. El poder económico, el poder de los países industrializados, el poder de los grupos que concentran la riqueza en el mudo y que concentraban los movimientos culturales oficiales, no los contestatarios, dice: la verdad es que estoy recibiendo un impacto muy fuerte. Multiplicaron por diez el precio del barril del petróleo. El poder se planteó que tenía que encontrar una manera de que por cada punto de crecimiento económico, se necesitara cada vez menos puntos de energía en base al petróleo. Así se precipita la revolución tecnológica. El poder contesta que alguien lo tiene que financiar y puso en juego la inteligencia para que sean ellos mismos los que lo financien. Se produce, entonces, la apertura financiera en el mundo con la inconvertibilidad del dólar. Entonces, las empresas por falta de control en los países productores de petróleo que habían generado la ruptura, terminan, en lugar de reinvirtiendo para generar el desarrollo de esos mismos países, ubicando los dólares en las plazas financieras para financiar la revolución tecnológica de los mismos afectados. La segunda fuente de financiamiento de la revolución tecnológica que terminó con el cuestionamiento del poder, fue la deuda externa que generaron las dictaduras latinoamericanas.
 

Ellos dicen: nos están haciendo la guerra, hagamos la guerra. La confrontación superestructural, que era por el equilibrio de poder, tenía un lema desde el punto de vista militar —lo decimos desde la óptica latinoamericana que estaba bajo la órbita del sistema capitalista— que establecía que para el enfrentamiento militar los ejércitos latinoamericanos no sirven. El enfrentamiento militar lo iba a realizar la propia potencia. Pero como el enemigo no penetra solamente desde el punto de vista militar, sino cultural e ideológico, los ejércitos latinoamericanos tienen una misión que es reprimir ideológicamente, eliminar al enemigo desde lo ideológico, no desde lo militar. Ese fue el rol de los ejércitos latinoamericanos en base a la Doctrina de la Seguridad Nacional. No se trata solamente de un cuestionamiento ideológico, sino que era necesario generar esa represión para poder aplicar el modelo de ajuste que llevara a compensar ese cuestionamiento económico, que el poder iba sufriendo desde los años 50, 60 y que llegó a su punto máximo en la crisis del 70.

La Doctrina de seguridad Nacional fue el costado ideológico militar de un proyecto económico. Y un proyecto económico que nosotros obviamente estamos viviendo todavía hoy. Tomemos el modelo argentino porque, tanto en los 70 como en los 90, es emblemático desde el punto de vista de la aplicación del modelo del ajuste estructural, que en ningún otro país se dio con la misma virulencia ni con la misma profundidad económica. La escuela keynesiana que dominó el panorama económico de occidente desde la crisis del 30 en adelante, que después se tradujo en los proyectos de la CEPAL y desarrollistas, decía: los excedentes del ingreso los trasladamos a las matrices de las metrópolis, pero generamos ingreso. Los ejes del modelo estructural económico aplicado en América Latina hasta los 70 tenían base en el desarrollo, en el empleo, en la producción.

Había discusión por la distribución del ingreso a nivel interno, como el caso del Cordobazo, pero se generaba ingreso. Esto se cambia por tres paradigmas que son absolutamente monetaristas: tasa de interés, tipo de cambio y política arancelaria. La mayoría de los que somos de mi generación para arriba, nos acordamos perfectamente que nuestras economías, sacando algunas variables macroeconómicas que se mensuraban en dólares, se leían en moneda nacional. No hablábamos de dólares. Sólo lo hacíamos cuando hablábamos de la deuda externa, de las grandes inversiones internacionales. La economía doméstica estaba estructurada en moneda nacional.

Se bajan los aranceles de importación, para insuflarle “aire fresco a la economía argentina”, porque “la Argentina tiene un modelo de industria nacional cerrado que la hace incompetente hacia el exterior, la tenemos que hacer competir”. Esta apertura económica la hacemos “para favorecer a la industria nacional, para que salga del anquilosamiento y pueda competir con las matrices tecnológicas más avanzadas”. Abrimos la importación, apoyada en la política arancelaria, en el tipo de cambio y en la tasa de interés. El tipo de cambio es muy alto, de tal manera de tener un dólar muy barato y hacer que los costos de producción, que eran en pesos, fueran altísimos y no se pudiera exportar. Si tenemos un alto costo en pesos y un bajo precio en dólares para la exportación, no conviene exportar. Pero al mismo tiempo, no puedo competir en el mercado interno porque se abre la importación y los que compiten son los de afuera. ¿Qué tengo que hacer? Vender mis fábricas, porque no puedo producir, no puedo exportar, no puedo competir en el mercado interno y además tengo todo mi sistema financiero que me permite colocar el dinero a tasas de interés altísimas. Así desmantelo el sistema productivo nacional y lo concentro en los dueños de la Argentina.

Luego llega la segunda fase de la primera parte del ajuste que es la tablita, un cronograma programado de descenso del tipo de cambio y de descenso de la tasa de interés. Ese dinero que yo coloqué a una tasa muy elevada se va desvalorizando, y yo me quedé sin la fuente de producción y sin el ahorro. Tanto la producción como el ahorro se lo quedaron los grandes grupos industriales y financieros, que terminaron siendo los que legitimaron, después de eso, el modelo neoliberal.

Yo describo desde el punto de vista económico, pero es un fenómeno sistémico, era aplicar un modelo económico dentro de un sistema social degradado. Llega un punto de agotamiento de legitimidad social de este proceso militar en América Latina y comienza la transición democrática, por distintas razones. En Chile llega de una manera, en Brasil llega de otra, en la Argentina llega precipitada por Malvinas.

En la Argentina no maduró lo suficiente el proceso de lucha popular para recuperar la democracia, se precipitó demasiado. Había sido tan terrible el proceso militar, sobre todo en la última etapa, que la gente reclamaba democracia. En el 30 tuvimos golpe, en el 43 otro con características distintas, en el 55 se interrumpió el gobierno constitucional, igual que en el 62, en el 66 y en el 76. De esta forma no nos podemos desarrollar plenamente, porque no tenemos estabilidad democrática. Construyamos democracia política estable para tener democracia económica social. La síntesis de esto, sin que tenga ninguna connotación peyorativa ni coyuntural, es “con la democracia se come, se cura y se educa”. Era una convicción. No me refiero a Alfonsín, sino a la síntesis de un concepto que caló muy hondo en la población. Caló muy hondo porque había colas en las esquinas para que la gente se afiliara a los partidos políticos. Había una legitimación social de la democracia, que fue desproporcionada desde el punto de vista de su capacidad de realización en términos de estructura de poder. Hay una sobredemanda de parte de la sociedad civil a la democracia y una democracia que está absolutamente debilitada en términos de resortes políticos para poder responder a esa demanda.

Yo no creo que hayan fracasado los gobiernos de la transición solamente por condiciones objetivas, sino también por su propia incompetencia. Pero objetivamente, había sobredemanda de políticas estatales y había Estados destruidos que no podían responder a esa demanda. Es aquí donde también en términos de análisis de estructura política, la sociedad termina legitimando con el voto las recetas neoliberales. La salida socialdemócrata, la salida popular, de Alan García, de los que dicen que el Estado tiene que intervenir en la economía no sirvió, vamos a probar con esto otro.

Indudablemente, hay una discusión muy fuerte que es el papel de los medios de comunicación en los procesos de legitimación y deslegitimación de los sistemas políticos y económicos.

Trato de ligar conceptualmente la crisis de legitimidad con la crisis del Estado y viceversa. No hay solamente condiciones objetivas, sino también subjetivas. Se pueden tener las mismas condiciones objetivas de desgaste del Estado como sujeto de poder, y tener dirigentes honestos, que no mientan. Europa también estaba devastada en el año 45. Objetivamente es mucho más difícil integrar a un alemán con un francés, que a un paraguayo con un misionero. Hay diferencias de contexto histórico. Allá los EE.UU. pusieron plata y acá la sacaron. En Europa hubo capacidad de diseñar un destino. Está bien que había plata, pero yo creo que también la plata va donde hay densidad política.

- Con respecto a Europa, seguían manteniendo el poder. Que hayan perdido una guerra no significa que hayan perdido el poder. Europa fue así en toda la historia.

- Después del petrodólar en los 70, toda Latinoamérica sufre el proceso del incremento de la deuda externa, y las dictaduras militares desaparecen por la necesidad de la gente de ir hacia la democracia. Yo me pregunto, si ya teníamos una deuda suficiente y estábamos disciplinados de alguna manera ¿era necesario sacar a los militares, había realmente necesidad de la gente de sacarlos o ya los militares habían cumplido un fin?

Hay un proceso de dominación, los instrumentos de la dominación son históricos, cumplen un rol. En un determinado momento las sociedades se debían disciplinar a partir de la represión militar. Cuando ya no hizo falta la represión militar se cambiaron los instrumentos de dominación, no el esquema de dominación, al contrario, éste se profundizó.

América Latina tuvo una primera fase de desmantelamiento del sector privado de la economía. Hubo una segunda fase del ajuste que fue el desmantelamiento del sector público de la economía (además con consenso). Tenemos que pensar mucho, y ojalá pudiéramos aportar un granito de arena, en un debate fuerte de esta sociedad, para que no nos vuelva a pasar lo mismo con la tercera etapa. Si miramos para atrás, decimos que nos robaron el Estado y que no nos dimos cuenta (en el mejor de los casos). Tenemos que hacer lo posible para que dentro de cinco años no tengamos que decir: “nos robaron la tierra, los recursos naturales y no nos dimos cuenta”.

- Una de las características, y por eso es emblemático el caso argentino, es que siempre es declamatoria la respuesta. Nunca hay una verdadera respuesta y una concientización de lo que está ocurriendo. A los argentinos, las cosas nos pasan como una película, sin ninguna posibilidad de participación, como que vienen de afuera y nosotros no tenemos nada que ver. En realidad, tenemos todo que ver. Esto puede pasar acá porque no tenemos ninguna posibilidad de respuesta. La clase media que tendría los argumentos intelectuales para responder a estas situaciones, no tiene la conciencia política para responder.

- Pinti fue a nivel cultural el único que tuvo las pelotas suficientes como para mostrar irónicamente lo que nos estaba pasando como argentinos. Y nosotros lo tomamos como un espectáculo para ir a reírnos. Algo nos pasa con la cuestión de la identidad.

- Estamos aquí para hacer un gran esfuerzo de reflexión, incluso para hacer un gran esfuerzo desde cada uno para superar vergüenzas y pasar al frente. Hay que poner el cuerpo y asumir ese primero y pequeño riesgo. Acá empieza también la legitimidad, superemos esas limitaciones que también nos colonizan y nos degradan.

- Nos está faltando el análisis en primera persona del singular, porque la sociedad la hace la suma de individuos que la condicionan. Creo que para los partidos políticos argentinos no existen cuadros de valores bien definidos. Cuando uno tiene el cuadro de valores bien definido se plantea la posibilidad de negociar. En la teoría de la negociación no tenemos que olvidarnos de que la creación de valor del conjunto depende más los intereses diferentes que las partes tiene con más contribución que los intereses comunes que las partes tienen. Los intereses diferentes crean más valor cuando se pueden combinar. Poder hablarnos con mayúsculas sería algo que los partidos políticos y nosotros como individuos que lo formamos, tenemos que empezar a pensar.

- Soy militante del ARI y lo digo con orgullo porque hay que reivindicar el compromiso y la participación partidaria. Pienso que esto no ha sido una película, lo digo desde el dolor porque acá hubo treinta mil compañeros desaparecidos, acá hubo mucha gente que se comprometió y pagó muy caro eso.

- Un tema importante: los medios dominan o imponen lo que se discute, que no es lo que pasa en la realidad.

- Yo estaba pensando, que es muy difícil pensar desde la crisis; y estamos hundidos en la crisis hasta la médula. Ni siquiera sé si es posible pensar en medio de la crisis. Por otro lado pensaba que a la palabra poder, yo le opongo otra palabra, y Raimundi decía que sufrimos crisis de palabras. A la palabra poder yo le opongo la palabra potencia. El poder supone cierto orden, cierta estructura de valores, mientras que la palabra potencia no tiene orden, es caótica, no tiene certidumbres. Es la incertidumbre misma. No tiene verdades absolutas, es paradójica. Y no olvidemos que la paradoja es la reina del acontecer. En general la paradoja domina el acontecer, por eso nos sorprende. Es difícil pensar la crisis, inmersos en la incertidumbre, en el caos, y en la paradoja. Creo que tenemos que ponernos calmos, analizar lo que sucede lo más fríamente posible, pero creo que lo que sucede y sucederá, viene del lado de la potencia, el caos, la incertidumbre y la paradoja. Habrá que reafirmar todo o casi todo.

- A mí me quedó dando vueltas este tema que planteaste de la diferencia entre una sociedad desarrollada como puede ser la europea y lo que pasa con la nuestra. Vos dijiste que por ahí hay líderes en las sociedades desarrolladas, como puede ser un Churchill por ejemplo, y que hay una diferencia muy importante con lo que vivimos nosotros y nuestros líderes. Creo que en realidad, los líderes son resultado de la sociedad que tenemos, que los líderes surgen de nuestras sociedades. Y como tal, mucho de lo que está pasando es culpa nuestra, como sociedad, como individuos que formamos esta sociedad. Esto tiene que ver también con el tema de los valores que planteamos. Cuando vos planteaste que se ha perdido el valor de la palabra, que se ha perdido el valor de la verdad, creo que está implícito en esto. ¿Por qué? Porque da la impresión que en los últimos años de nuestra vida democrática, nosotros buscamos a los líderes que nos mienten, sabiendo que nos mienten, y que el que más miente, es el que nosotros más vamos a votar. Creo que es una enfermedad que vivimos como sociedad. Creo que inclusive las sociedades europeas tienen mecanismos que regulan esto. Y lo vimos claramente en esta etapa, en lo que pasó en la guerra con Irak. Me parece que la excusa que se pone para invadir a Irak, hoy por hoy tiene un efecto dominó en los líderes mundiales. Ha pasado en España, pasó con Blair, está pasando en Francia, puede pasar en Estados Unidos. ¿Esto qué quiere decir? Que la sociedad, cuando descubre que le mintieron, que no le dijeron la verdad, reacciona en consecuencia. Me parece que nuestra sociedad es al revés. Nosotros buscamos al que nos miente, avalamos al que nos miente. Es más. En la última elección, volvió a ganar el que nos miente. Y no tenemos la excusa de la segunda elección, del electro-doméstico. En esta tercera todos sabíamos, lo teníamos re-claro, y sin embargo volvió a ganar. Cuando vemos que ya es insostenible, todos decimos: “¡Qué hijo de puta! Mirá cómo nos engañó! ¡Cómo nos mintió! ¡Mirá lo que nos hizo!”. Pero como una situación lógica de una situación que ya no toleramos y en la cual fuimos partícipes y somos responsables directos de esto. Entonces, líderes, es cierto, no hay; pero surgen de nuestra sociedad, y nosotros los avalamos y lo llevamos adelante. Es hora de cambiar esta actitud, a nivel personal y como sociedad, para que esto no vuelva a pasar.

- Yo tengo mis años, pero me llena de satisfacción, no soy pesimista, porque veo mucha gente joven que está con los mismos impulsos que yo tenía, y veo mucha gente de mi edad, algunos gerontes, que están tirados por el suelo. Hay que pelear como gato panza arriba. Yo creo que los gerontes pueden ser el Consejo de Ancianos de la República de Platón, sirve para aconsejar. Y los muchachos, ¿qué es lo que nos falta? Los que están acá, y las chicas. No es incendiar gomas, sino unirse, como hacen los militares. Yo estoy de acuerdo que éste es un lugar donde se puede debatir ideas, dónde hay gente que se quiere comprometer, y hacer realidad lo que dicen. Una golondrina no hace primavera, pero muchas golondrinas sí. Yo tengo unas cositas que anoté que creo que pueden aclarar algo. La política exterior americana, siempre fue un caos, y una gran mentira. Los que somos viejos sabemos que en la época de Eisenhower había un avión espía que todavía está volando, y que los soviéticos lo bajaron. Eisenhower decía: “no, no puede ser”. Mentía como con Irak ahora. Igual. Cosas así, son ridículas. Es infantil. Ellos publican para afuera una cosa, los periodistas independientes tipo Lanata, y para adentro hacen una censura y hacen creer que todo está bien. ¿Qué pasó en Vietnam? Como dijo acá Carlos, un super ejército de una potencia, contra el Vietcong, gente desnutrida. Pero había un gran genio militar, el general Giap. ¿Ustedes saben las condecoraciones, y a las academias militares que fue? Era un profesor de historia. No era un militar de carrera. Como fue Manuel Belgrano. Eso pone en duda, que a veces falta la voluntad, juntarse, pensar y actuar. No era un militar formado en West Point, ni en ninguna academia de Europa. Era un profesor de historia, y se pusieron a trabajar. ¿Por qué fracasaron? Porque Giap ideó que había que pasar del Vietnam del Norte al Vietnam del Sur armas, y las pasaba en féretros. Llegó un momento que llamaba la atención. Y cuando atacaron la embajada americana en Saigón, que fue en directo o en diferido por la televisión, fue tanta la indignación, que tuvieron que retirar las tropas, por una cuestión moral de degradación. Los americanos llevan la estadística de todo. Cuántos oficiales morían, cuántos suboficiales y cuántos soldados. Llegó un momento en que en esa estadística empezaron a morir muchos más oficiales. ¿Qué descubrieron? Que estaban en un territorio ajeno, lleno de mosquitos, no incentivados. Llegó un momento que los soldados mataban a sus propios jefes, porque les tenían bronca. Porque no estaban motivados. Yo acá veo una juventud muy motivada. No hay que desesperarse. Tenemos un líder natural: Blumberg. ¿Con qué plata salió?...

- No...

- Bueno, perdonen el ejemplo. A este país le sobra clase media. Todos somos hijos o nietos de inmigrantes. No lo hizo ni la clase alta, ni los nativos. Aristóteles escribió sobre economía en el siglo III A.C., y dijo: la clase media tiene que ser muy fuerte, como un amortiguador entre ricos y pobres. Eso que dijo Carlos acá, no es obra de la casualidad que a la clase media la diezmaron, para que no tenga capacidad de pensar, ni de obrar. Entonces nada se hace por generación espontánea. Hay mentes perversas, que hacen todo esto en forma maquiavélica, tuvimos muchos ministros de economía brillantes, y héroes de la patria para algunos, pero eran todos al servicio del Tío Sam. Entonces para redondear, creo que no hay que desesperar. Éste es un buen lugar, donde los que pensamos, y los que no tuvimos capacidad de hacer algo, por lo menos la gente joven la va a poder hacer. Gracias.

- Yo lo que quería proponer era lo siguiente. Hablamos de los argentinos, y creo que es algo peligroso, porque desde los comienzos hay dos argentinas, una Argentina metropolitana, y una Argentina del interior, donde conforman sistemas económicos diferenciales, sistemas políticos diferenciales, el fenómeno de los caudillos feudales, que ahí en el noroeste no es un proceso que se podría dar en la región metropolitana. Hay una Argentina colonial, y otra que está más integrada en el sistema capitalista. Me parece peligroso hablar de los argentinos, y no tener en cuenta todas estas diferencias que nos separan tan grandes, y una de las primeras cosas que tenemos que ver es quiénes somos y cómo somos. No atribuirnos con mentalidad de clase media, y hablar de los argentinos. La clase pasada se hablaba de los aborígenes. Ellos también son argentinos. Y me pregunto: ¿esos argentinos tienen el acceso al sistema político, al sistema económico, y que hablamos en representación de todos los argentinos? Lo dudo. Por eso yo diría que hay que tener en cuenta todos estos aspectos importantes, antes de declararnos como un ente abstracto, los argentinos. Yo pediría que concreticemos, que dividamos la Argentina en las distintas argentinas, y veamos cómo se articulan cada una de ellas.

- Yo vi en la bibliografía, Los tipos de liderazgo, de Max Weber. Sabemos que es el líder carismático, el que toma valores, tradición. Me tomé el atrevimiento de agregar uno, que sería el líder en relación a un interés personal, más allá del interés común. Está estudiado en las organizaciones lo que pasa cuando el objetivo de sus integrantes pasa a ser individual, personal, o de un sector, más allá de la organización a la que representan. ¿Qué genera eso en la organización? Genera intolerancia. No se llega al objetivo de la organización. Y eso lo vemos claramente. Raimundi hablaba recién de los consensos. ¿Cómo va a haber consensos entre contrarios, si cuando vemos a los partidos políticos como organizaciones –un partido político es una organización- inmediatamente se instala una interna feroz? Es lo que estamos viendo ahora. ¿Dónde están los objetivos comunes? Si no hay estos objetivos, y no hay consenso, hoy se habló de fracaso, y en realidad es un fracaso conocido de antemano porque se desvirtúa el camino; y venimos viendo cómo se desvirtúa el camino, como las organizaciones se vacían de los contenidos, no sólo de las palabras. La acción borra las palabras.

- Lo mío era un poco lo que había dicho el señor. Me extraña que nos estamos manejando con preconceptos. Esto de “somos inmigrantes”, no sé. Lo que me parece es que como sociedad estamos absolutamente fragmentados, y me pega en la cabeza cómo se accede al poder, cuando yo escucho hablar me quedó algo que decía Raimundi al principio. El decía que hay un lugar donde se iguala el empresario con el desocupado, que es el momento de la votación. Yo no sé. Porque realmente creo que el empresario sabe claramente qué tiene que votar, porque además tiene opciones muy claras que todos los medios se lo dicen. El desocupado, o el excluido, no sé si tiene las herramientas por un lado, y por otro lado, todos los medios le juegan en contra. Me remito a las votaciones últimas.

Totalmente de acuerdo. Yo lo que digo es que cuando vos sacás una boleta, vale lo mismo que la otra. Ahora, en términos de condicionamientos, no me cabe ninguna duda.

- Acá se habló de que somos responsables de los estadistas y de los políticos que tenemos en el poder, y se puso como ejemplo Europa. Creo que eso es parte también de nuestro pensamiento colonizado. Europa tiene personajes como Berlusconi, como Aznar, como Blair, que es un mercenario ideológico y económico. Y esta cosa de nosotros pensar que Europa tiene otra idiosincrasia... Creo que Europa tiene plata, pero que nosotros no tenemos que subestimarnos, ni someternos a ese pensamiento, que viene como bajada de línea de Europa.

La verdad es que se han dicho tantas cosas, que cada una de ellas es una reflexión.

- Si bien algunos líderes son producto del desarrollo de comunidades en Europa, pero no es el caso de América Latina, los verdaderos líderes quedan en la memoria de un pueblo que escribe su propia historia. Tenemos el ejemplo en Chile con Allende, en Nicaragua con César Augusto Sandino, y otros ejemplos. Creo que los verdaderos líderes en América Latina, se forjan por una convicción ideológica, que creo que esa falta le hace al pueblo argentino.

Voy a tratar de ir por el orden que fui anotando. Rescato algunas cosas muy importantes de lo que ustedes planteaban. Una es esto de poner las responsabilidades afuera. El hecho de que desde el poder haya una estrategia, no quiere decir que haya que justificar nuestra victimización, como metodología de deslindar responsabilidades. Los responsables de cómo actuamos frente a la estrategia del poder, somos nosotros.

La segunda cuestión, es que todos conocemos la película, todos sabemos qué discurso hacer frente a la película, pero el problema es que la palabra no se traduce en verdad, y al no traducirse la palabra en verdad, no puede crear acontecimiento. Ésta es otra cuestión que tenemos que seguir profundizando. Tratar de encontrar un punto de contacto -esto que estuvo flotando en todas las intervenciones-, creo que no tenemos que encontrar antagonismos entre la actitud suya de no querer pasar, y lo que dijo el señor. Creo que tenemos que encontrar un punto, porque no está mal lo que dijo el señor: asumamos riesgos. ¿Qué es lo que rescato yo de lo que dijo el señor? Rescato un valor positivo: asumamos riesgos. Y también creo que si una persona no quiere hablar frente a una cámara, tiene todo el derecho de no hacerlo. Por eso digo, no encontrar antagonismos, sino ver cómo encontramos lo que rescatamos de una actitud y de la otra.

Hay una cosa que estuvo flotando. Lo dije en una clase la semana pasada, pero fuera del programa, influenciado por algunas cosas que habían pasado en esos días, que hoy me refrescó una noticia. En esta cuestión de los valores, creo que es importante lo que está pasando en la sociedad argentina. Porque los valores se van a filtrar. Si no se pueden filtrar por los canales naturales, se van a filtrar por los canales que puedan, como el agua. El agua pareciera más débil que el cemento, y termina horadando el cemento. O construimos el canal institucional, o se va a filtrar de cualquier manera.

Me refiero a cuando una sociedad renuncia a la Justicia. La Justicia se va a producir de cualquier manera. Y cuando la Justicia no se produce por los canales naturales, genera efectos negativos. Pero lo que está reclamando es el valor Justicia. Es decir, ¿está bien que a un pobre obrero de una empresa de energía le corten los dedos porque va a sacar las conexiones clandestinas? No está bien. Pero ¿está bien que en el año 2004 en un país como Argentina haya gente sin luz? Entonces el problema es que —estoy improvisando, pero es lo que me nace de algunas de las reflexiones— a veces, para ser yo, me olvido de los otros. Y a veces por escudarme en los otros, me olvido de quien soy. Y me parece que acá el eje no puede hacerse en la subjetividad, ni en la objetividad, sino en las intersubjetividades. Somos sujetos, no somos objetos, pero nos relacionamos con otros sujetos. Que son diferentes, que son producto de un proceso distinto.

La relación centro-periferia se reproduce como un fenómeno de estructuración cultural de esta sociedad. Esta cuestión de que es cierto, que es la clase media acomodadas mucha veces la que crea cultura. Y crea cultura, muchas veces, en detrimento de la integración social, no en pro de la integración social. En la Argentina muchas cosas son, lo que son para la clase media, pero por ser así termina fragmentándose y destruyéndose. Porque en definitiva gracias a que a la Argentina le va bien, porque yo puedo viajar y comprar afuera, termina autodestruyéndose esa misma clase media. Por esa incapacidad de construir intersubjetividades. De sabernos sujetos, pero saber al mismo tiempo que tenemos que relacionarnos con otros sujetos. Me refiero en este caso a la fractura entre clase media y sectores de bajos recursos, que es aprovechada por los dueños del poder y terminan hundiendo tanto a unos como a otros, primero a unos, pero finalmente a todos.

La Justicia, en este documento en el que comento un proyecto de Naciones Unidas que se llama “La democracia en América Latina”, lo empiezo cuestionando desde su propio nombre, porque pienso yo —no digo que ustedes piensen lo mismo— que en América Latina no hay Democracia, que está mal que un proyecto se llame “La democracia en América Latina”, cuando en América Latina no hay Democracia. Y en la presentación hecha por el director del proyecto, dice “Cuidado con cuestionar mucho a la democracia, no vaya a ser que volvamos al autoritarismo”. Yo quiero terminar con este planteo: no resignarnos a empobrecer tanto el concepto de democracia en América Latina, como para reducirlo a la ausencia de gobiernos militares. ¿Por qué tenemos que seguir remitiendo el valor de la democracia a la ausencia de autoritarismo? ¿Por qué no fuimos capaces de pensar la Democracia de futuro? Porque no hubo Justicia. Porque lo único que cierra la herida del pasado es la Justicia. ¿Cuál fue el planteo de Alfonsín —y dicho en el más elevado de los conceptos, lo digo para que ayude a la reflexión— cuando selló el Punto Final y la Obediencia Debida? Dijo: voy a limitar la Justicia, para salvar la democracia. Y al haber limitado la Justicia, lo que hizo en lugar de salvar la democracia, es obligarnos a seguir reduciendo la democracia a la ausencia de autoritarismo. Como no pudimos cerrar el pasado, que sólo se cierra con Justicia, seguimos mirando la democracia con relación al pasado y no con relación al futuro. Era necesario hacer Justicia, para salvar la Democracia; no limitar la Justicia para salvar la Democracia.