Columna del 27 de agosto en Siete Punto Cero, AM 770 Radio Cooperativa, el Programa de Luis D’Elía y Leonardo Cofre.

Primero, un comentario sobre la agenda legislativa de estas semanas, que va a ser muy intensa. Hoy se tratará la nueva moratoria previsional en la sesión de Diputados, para llegar a una cobertura del 100% de los jubilados. Por su parte, ayer el Senado aprobó en comisión el paquete de leyes sobre regulación estatal de las relaciones de producción y consumo y hoy empezará a tratar en comisión el proyecto de pago soberano de la deuda.

Y me apena muchísimo la pérdida de autonomía política por parte de la oposición, su genuflexión hacia los grupos de poder que, afortunadamente, no se reproduce linealmente en el Pueblo. Es una lástima, porque sería bueno que la política en su conjunto tuviera más autonomía. Lamentablemente, es solo el gobierno y algunos aliados en términos políticos. Pero es el movimiento nacional y popular en términos sociales, y eso es mucho más intenso.

Algo que me quedó en el tintero mientras escuchaba al Sendor Guastavino y Luis le preguntaba sobre las diferencias de estos proyectos con aquella ley de abastecimiento sancionada en 1974. Hubo tres presidentes que dictaron leyes de abastecimiento: Hipólito Irigoyen, Arturo Ilia y Juan Domingo Perón. La de Perón fue la última, en el año 74. Y creo que si bien hay diferencias en el ‘texto’ (como la supresión de la pena de cárcel y la obligatoriedad de las multas), las diferencias más importantes son de ‘contexto’ político, económico y social.

En aquel momento había una unidad sindical muy fuerte debido a la autoridad ejercida por el general Perón y, básicamente, había una burguesía industrial. Los trabajadores pujaban con ella por la distribución de la renta, pero eso significa que se generaba ingreso nacional por parte de empresas nacionales, que ataban su destino y el de sus familias al desarrollo del país. La dictadura desmanteló esa burguesía industrial y transfirió la propiedad de aquellos medios de producción a un grupo muy reducido y concentrado, vinculado al sistema financiero internacional, que es el que hoy explica los precios del 80% de los productos que los argentinos consumimos diariamente, y jaquean al gobierno popular. El consumo de alimentos, de aceites, de harinas, de panificados, de lácteos, y envasado de todos ellos, se explica con ocho o diez grandes empresas, lo mismo que su comercialización, tanto interna como externa.

Es decir, tenemos una estructura extremadamente concentrada que carteliza los precios. Se ponen de acuerdo y establecen entre sí un margen de ganancia desmedidamente superior a la tasa de ganancia del conjunto de la economía.

Por eso, el mérito principal de estos proyectos de ley es que obligan a las empresas a presentar ante el Ministerio de Economía su estructura de costos. Por ejemplo: si un tambero recibe un peso por cada litro de leche y ese litro de leche se le cobra 12 o 13 pesos al consumidor, ¿en manos de quién queda ese 1.200 o 1.300% de ganancia? A partir de ahora tendrán que informarlo. Yo creo que va a llegar el momento en que esa misma información deberá constar en las propias etiquetas de los productos, de modo que todo el Pueblo esté debidamente informado de quiénes son los sectores que lo estafan, que son los mismos que presionan por la devaluación y manipulan el precio del dólar ilegal.

Ahora sí mi columna.

Comienzo por felicitar personalmente a Néstor Piccone, y por su intermedio a todas y todos quienes, como él, se pusieron al hombro los ’21 puntos por una comunicación democrática’, la discusión pública y parlamentaria de la ley. Y hoy, el festejo de los diez años de aquella presentación, en el mismo día en que la radiofonía argentina cumple nada menos que 94 años.

La Ley de Medios fue mucho más que una ley. Por el valor de su texto y por el contexto de debate que abrió en la sociedad. Yo creo que esta gestión de 11 años y pico del kirchnerismo tiene toda una primera etapa de reparación, de decisiones, medidas, leyes, etc., que desmontaron algunas bases del sistema neoliberal. Pero, a partir del proceso que se inicia con la resolución 125, se abre una etapa nueva. ¿Por qué? Por lo siguiente:

Escuchaba ayer en la Comisión de Agricultura de la Cámara de Diputados -mientras discutíamos el proyecto de ley de Agricultura Familiar- a un diputado de la Federación Agraria que pronunciaba un discurso prácticamente similar al nuestro respecto de la defensa de los pequeños productores, etc. Lo que nos enseñó aquel proceso de la 125 es que lo importante no era el discurso –que podía ser muy similar- sino dónde estaba situado cada actor en términos políticos. Y la Federación Agraria integraba e integra la Mesa de Enlace junto a la Sociedad Rural y al conjunto de la oligarquía agropecuaria del país.

Inclusive quien les habla le pedía a Néstor Kirchner que hiciera algo para separar a aquella Federación Agraria histórica del resto de las entidades patronales. Lo que él tenía claro ya en aquel momento es que el sujeto agrario había cambiado, que la F.A. representaba al antiguo chacarero devenido en rentista, y que quienes verdaderamente representan a los productores son las organizaciones campesinas, de pueblos originarios y de la agricultura familiar.

Aquel proceso abrió un camino, pero ese camino lo consolida la Ley de Medios. ¿Por qué? Porque pasamos de la etapa reparatoria en política, en economía, en derechos humanos, a la batalla cultural por el poder, a la disputa por un cambio de hegemonía.

Esta tarde habrá un acto en la nueva Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. En una de sus paredes hay una especie de mural que reproduce una serie de tapas de Clarín en momentos emblemáticos de la Argentina: la dictadura, Malvinas, la Alianza, etc. Si uno se para frente a ellas, enseguida deduce: “claro, con razón tantos sectores de la opinión pública, de nuestra compleja clase media, se han formado el sentido que se formaron sobre tantos hechos históricos y se posicionan como se posicionan, y opinan como opinan sobre la realidad”. Para ellos, la dictadura era sólo ‘un nuevo gobierno’, y la rebaja de jubilaciones de De La Rúa fue un ‘acto de coraje administrativo’ y no un despojo… Ellos llevaban a interpretar la realidad de determinada manera porque no había un combate frontal como el que abrió la Ley de Medios.

Hoy, en cambio, si estamos ante determinado titular, tenemos más elementos para analizar desde qué lugar nos paramos para analizarlo. Si, por ejemplo, ante una operación comercial vemos “Preocupación de la OMC por incumplimientos de la Argentina”, sabemos que está dicho desde el lugar que representa los intereses de nuestra contraparte. Si se dijera desde el lugar de los intereses argentinos, el titular sería: “Después de muchas décadas, nuestro país decidió tener política industrial, y eso significa administrar el comercio, decir cuándo, con quién y de qué manera se comercia”. Es un mismo hecho, expresado desde dos intereses políticos y económicos muy diferentes.

Finalmente, entonces: la batalla por el sentido es lo central que abrió la Ley de Medios, a tal punto que mi propia mamá, que nada se cuestionaba, ahora me dice: “nene, decime qué pensás vos, porque a estos no les creo”. Y ella luego forma su propia opinión. Esto, para una sociedad, es un avance fundamental en el nivel de debate público, y, por lo tanto, de su calidad democrática.