La batalla por la autonomía política

Publicado el 30 de Octubre de 2011 en el Diario "Tiempo Argentino"

Por Carlos Raimundi

Diputado electo.


El riesgo no es que el Estado controle a los medios, sino que lo necesario es que la política se libere de la colonización cultural ejercida históricamente por las grandes cadenas de medios.

El 12 de octubre tuvo lugar un debate sobre la situación de los medios en Venezuela y Ecuador, entre Tomás Abraham, Jorge Lanata, María Pía López y Florencia Saintout. El disparador fue un documental que no tuvo nada de académico. Un simple mensaje opositor a los presidentes Chávez y Correa. Antes de ir de lleno al debate, algunos ejes que enmarcan el lugar desde donde miro la temática.

LA INTERPRETACIÓN DE LA CRISIS. En números muy globales, casi 7000 millones de personas habitamos el mundo, de las cuales 4500 millones viven bajo la línea de pobreza, y 1200 millones –que el día que nacieron eran iguales a mis hijos– hoy padecen hambre. Sin embargo, la puesta en palabra de la crisis comenzó el martes 15 de septiembre de 2008 con la caída de Lehman Brothers. Es decir, para la interpretación oficial de las grandes cadenas de la comunicación internacional, el mundo no está en crisis porque haya un ser humano con hambre, sino a partir de la caída de un grupo inversor. La primera pregunta es, entonces: ¿tienen algo que ver con esta interpretación colonizada de la realidad las grandes cadenas internacionales de comunicación? ¿Se trata de una interpretación “independiente” o interesada?

El origen de la crisis radica en una burbuja hipotecaria cuyo estallido dejó sin su casa a miles de personas. El motivo: el límite de inconsistencia de un sistema que independizó la acumulación de capital financiero respecto de la producción y el trabajo, a partir de la ausencia de regulación estatal. Producida su caída, imploran ser salvados por esos mismos estados de cuya regulación renegaron. ¿De quién son esos fondos estatales? De los mismos ciudadanos que acaban de quedarse sin casas. La pregunta se vuelve a imponer: ¿las grandes sociedades de comunicación supuestamente “independientes”, proponen una lectura de este tipo, tan sencilla y elemental sobre quiénes son los salvados y los arruinados por la crisis, y la responsabilidad de cada uno frente a la misma?

Es falso suponer que la meta liberadora de los pueblos pobres de África o América Latina debe ser consumir como en Vancouver. El subdesarrollo no es el camino al desarrollo, sino precisamente el precio que pagamos 4/5 partes de la humanidad por el desarrollo del que goza el quinto restante. Para equiparar nuestro consumo con el de las ciudades más avanzadas, harían falta los recursos naturales de cinco planetas Tierra, lo cual, al menos por ahora, resulta imposible. Una vez más, la pregunta: ¿pueden considerarse “independientes” las empresas de prensa de las que forman parte los grandes grupos de nuestro país y nuestro continente, respecto de esta interpretación? ¿O son ellas instrumento de ese capitalismo desenfrenado que no busca cambiar el paradigma económico-financiero, sino precisamente su recuperación?


EL PAPEL DEL ESTADO. El sujeto por excelencia del derecho a la información es el pueblo. Y los medios son vehículos llamados a garantizarlo. Asimismo, el espacio por el que se trasmiten las señales es público. El dueño de ese espacio es cada ciudadano. Como cada uno no puede utilizar de modo individual la cuota de espacio público que le corresponde, es necesario que una institución, en representación del pueblo, lo regule. Esa institución es el Estado. El eje conceptual del que quiero partir es que un Estado administrado por quienes gozan de legitimidad popular, lejos de ejercer un papel opresor, libera. Sin que esto signifique la más mínima opresión a las minorías. La conclusión de esta idea es que el riesgo no es que el Estado controle a los medios, sino que lo necesario es que la política se libere de la colonización cultural ejercida históricamente por las grandes cadenas de medios. Desde este lugar conceptual quiero comentar algunos pasajes del debate.


LA MILITANCIA DEL PERIODISMO “INDEPENDIENTE”. Seis interrogantes sobre el remanido tema del periodismo militante.

1. En un tramo del documental, ante la pregunta de un periodista extranjero, Hugo Chávez alude a la vieja Europa que históricamente nos trató de “sudacas”. No hay que ir demasiado lejos, sólo a un importante libro de Alcira Argumedo –Voces y Silencios de América Latina– para saber que contemporáneamente a la campaña libertadora de Simón Bolívar, un filósofo europeo mucho más estudiado en las currículas tradicionales como George Hegel, o el mismo Emmanuel Kant, expresaban que América Latina jamás se desarrollaría, por cuanto sus habitantes éramos ontológicamente inferiores a los europeos. Lo cito para situarnos en un contexto mucho más amplio que el mero acoso a la prensa extranjera como lo presenta el documental.

2. ¿No ejerce periodismo militante Mariano Grondona al reivindicar la matanza de indígenas por parte de Julio A. Roca, y traspolarla a la actualidad como contraste de Néstor Kirchner?

3. ¿Hizo mal Rodolfo Walsh en denunciar lo que denunció en su Carta Abierta sobre los jefes militares de 1977?

4. La pantalla partida durante el conflicto por la Resolución 125, entre la presidenta de la República –con toda su legitimidad– y un dirigente rural local que a cada afirmación de la presidenta le decía que no con su cabeza, es decir, equiparar dos legitimidades tan dispares, ¿no se trata de un acto de claro sentido militante, en nombre de un falso periodismo “independiente”?

5. ¿Es periodismo independiente o militante inducir a que los argentinos envidiemos los “buenos modales” que tuvo la última elección presidencial de Chile, y contrastar el saludo fraterno entre Frei y Piñera, con la supuesta crispación o conflictividad de la política argentina? ¿No habría que relacionar ese buen trato de los medios hacia el proceso chileno, con la certeza de que ninguno de los dos candidatos tocaría sus intereses profundos, como por ejemplo el cambio de la matriz elitista del sistema educativo?

6. ¿Es periodismo independiente o militante aquel que titula “Escándalo en EE UU porque se decomisó parte de la carga de uno de sus aviones”, en lugar de decir que la Argentina es un país soberano que exige se cumpla la ley? ¿Es periodismo independiente o militante el que titula “Preocupación en Brasil por la extensión de algunas licencias no automáticas a algunos productos”, en lugar de decir que luego de varias décadas nuestro país ha decidido tener política industrial, y para ello debe administrar su comercio exterior? ¿Es periodismo independiente o militante enunciar siempre desde el lugar de la contraparte de los intereses argentinos? ¿Tiene algo que ver esta estrategia para inducir la interpretación de los hechos, ejercida históricamente por las cadenas hegemónicas de la comunicación en nuestro país, con la docilidad con que una parte importante de nuestra sociedad vino aceptando las sucesivas políticas de ajuste?


ALGUNOS PASAJES DEL DEBATE. Quiero aludir ahora a algunas intervenciones de Tomás Abraham.

1. “La desmesura está en el poder”, identificando poder con gobierno. Yo, en cambio, creo que los estados, en el proceso latinoamericano presente, plenos de legitimidad popular, están desempeñando un papel mucho más activo que en otros momentos de la historia, en descorrer el velo de los verdaderos poderes fácticos permanentes, económicos, financieros y mediáticos, que con toda sutileza modelaron la opinión de una parte muy importante de nuestras sociedades, y crearon así el ambiente propicio para que estas justificaran mansamente las sucesivas políticas de ajuste. Una vez más, el riesgo no es que la política controle, sino que el desafío, es, precisamente, que se autonomice de los poderes fácticos permanentes.

2. “Los medios públicos son pagados por todos los ciudadanos.” Quisiera debatir públicamente con él, y en ese debate le demostraría que los medios privados también son sostenidos por todos los ciudadanos. Y que así como la mentada “publicidad oficial” puede ejercer alguna influencia, en mucho mayor medida la ejerce la publicidad privada.

3. “Vivimos bajo el fascismo” (sic). Debería saber Abraham que cuando se vive bajo un régimen fascista, no se puede pronunciar esa palabra. El solo hecho de que la diga con absoluta libertad contiene la negación de lo que afirma. Lo dijo luego de acusar a nuestro gobierno de construir la idea de trincheras, pero no se privó de expresar, de inmediato, para justificar su extremismo: “yo llevo los argumentos hasta el límite”.

Por último, y lo digo con pena, un comentario sobre dos afirmaciones de un Jorge Lanata tan diferente del que yo conocí. La primera, cuando dijo, aludiendo a su pasado: “nacimos peleando”. Es cierto, debiera recordarlo. La segunda, cuando dijo –con un simplismo demagógico absoluto– que es “inmoral” tener fútbol para todos si antes no tenemos comida para todos. Lanata sabe mucho mejor que yo, que la posibilidad de tener fútbol depende de menos decisiones políticas, y menos complejas, que lo que demanda en un país como el nuestro, recuperar el manejo de variables macroeconómicas, reconstruir el Estado, promover inversiones, o modificar la cultura empresaria. Inmoral fue –entre otras cosas– que nos acostumbráramos a ver dos señales de cable enfocando la tribuna en lugar del partido. Y, el solo comprobar la alegría de tantos compatriotas humildes que hoy tienen la posibilidad de compartir los partidos con sus hijos en lugar de abarrotarse en las vidrieras de las casas de electrodomésticos, me exime de explicar por qué no es inmoral el Fútbol para Todos.